25.1.07

NO HAY EXCUSAS PARA NO ESTAR EBRIO, AUNQUE SEA CON LA MÙSICA DE CHARLIE GARCÍA.


No somos capaces de aceptar el amor de una chica, mucho menos si dura más de dos meses. Gastamos el tiempo pintado paredes, hablando de fútbol en las esquinas, fumando cigarros a escondidas, y luego, bajamos todas nuestras penas con muchos tragos de licor.

No basta el fin de semana para compartir con los amigos. Tarareamos canciones que hablan del olvido, de los malos amores en lugares marginales. No seremos nunca como Marlon Brando o Charles Chaplin. Inevitablemente sobrevivimos a costa de los demás, papá y mamá, el mejor hotel cinco estrellas, objetos perdidos que ayudan a no tener siempre los bolsillos vacíos.

Todo lo que queda es mirar con rabia esta vida empatada de mierda y muchos parques con sillas dañadas y muchos árboles con corazones flechados que nos recuerdan fechas en los calendarios. Todo esto es tan poco, que uno termina siendo un buscapleitos, la oveja negra de la familia, el que siempre arma peleas en las fiestas, un café sin azúcar en la media noche, el que le roba la novia a los amigos.

No hay excusas, estos son quehaceres cotidianos:
Un amigo que muere de una sobredosis, un conocido que trabaja como sicario, la protuberante chica que se acuesta con todos, la música embriagada de Charlie García como única conexión con la vida y las tantas fugas que nos enseñan a perder la razón, ser adictos a la comida chatarra, a los reality shows y los pequeños espacios donde la única chance es volverse loco de remate.

No somos capaces de quitarnos la vida, dejar de pronunciar frases precarias o escribir tontos poemas de amor o ser necesariamente felices, gastar todo un día domingo lavando o arreglando el auto de papá, porque a fin de cuenta, cuesta demasiado ser libre.

El tiempo corre muy rápido como el estribillo de una canción de moda, como mascar chicle o llevar el cabello largo. No hay excusa, uno aprende a vivir en las esquinas oyendo música de Charlie García, quién tampoco necesita explicar nada ni inventar una fórmula para poder uno reconciliarse con la suerte y el destino cuando termine de caer este pesado telón y otros pasos habiten esta ruta larga y estrecha, entre excrementos, basura, orines y latas de cerveza que comprueban cómo desaparecen las cosas entre tanto abandono y uno aprender a sentir temor de no saber cuándo será la próxima caída.

Robinson Quintero
Poeta y cuentista barranquillero

sendadeperdedor@hotmail.com

http://robinsonquintero.blogspot.com/

http://nnrobinson.blogspot.com/

1 comentario:

Anónimo dijo...

hola mi querido, que buenios textos ultimamente, y recuerdos ultimos de cartagena!!!!!!!
alias loquita