26.4.09

DESDE COLOMBIA. Libaniel Marulanda


Leonora González:
una maestra que pasa al tablero



Para esta mujer infatigable que parece haber sido amamantada por un megáfono, con su manojo de gritos y consignas, que rastrilló sus primeras tizas frente al tablero de la escuelita rural de La Mayoría, una vereda de Génova-Quindío, el gobierno emplea sus recursos para desemplear, como parece corroborarlo la existencia de la combatida Ley de transferencias que vertió gasolina a la hoguera de las carencias en la educación pública.


Por ahora se ampara en su edad, insuficiente, para alcanzar el común anhelado estatus de pensionada, una categoría a la que no quisiera llegar nunca porque ama lo que hace. Y como el tope de los setenta y cinco años, edad de retiro forzoso, está muy lejos, es una preocupación que no registra en la agenda de quehaceres que comprometen su presencia en el horario de clases del colegio Ciudad Milagro de la Cámara Junior, donde es maestra, los apresurados almuerzos de trabajo, los tejemanejes de la dirección sindical del Suteq y la responsabilidad que entraña, además, la dirección regional de la Central Unitaria de Trabajadores, CUT, sin contar con las extenuantes reuniones políticas con el Polo del Quindío, en cuya dirección departamental también tiene asiento.

Si a toda la fatigante lista anterior de tareas le añadimos una hija, Ana María Restrepo, también docente, a José Manuel, de once años y a Jerónimo de dos y medio, sus nietos, es decir toda una carga emocional que demanda atención y energía extra, porque el querer también implica alta dosis de vitalidad para dar y recibir, resulta increíble que no quiera pensionarse nunca.

En un año que su irreductible vanidad femenina hace oscilar alrededor de la segunda mitad del siglo pasado (para que nuestra retórica contribuya a la coquetería), un doce de febrero y en Pereira, nació Leonora González García, maestra y cuyabra con más de treinta y cuatro años de lo uno y lo otro. Hizo su licenciatura de Sociales en la Universidad del Quindío y, al igual que los estudiantes de su generación, fue influenciada por los conflictos universitarios, las luchas populares, las corrientes reivindicatorias del sindicalismo, el fragor de las protestas e invasiones de los campesinos sin tierra, en un país y en un tiempo valeroso en que se pretendía obtener un significativo abono a la secular deuda de la inequidad social.

Tal vez de aquellos años finales de los setenta, que para muchos sólo fueron unos desbordados años gozosos, de pelo largo, bota campana, suecos, rock, ácido y marihuana, extrajo Leonora González la vocación necesaria para erguirse después de un traspiés político o sindical, o, como lo expresó alguien a quien la desmemoria nos impide citar, se levantó, se sacudió el polvo y continuó la marcha, hacia adelante.

Esa vocación para la lucha le fue puesta a prueba y de nuevo a Leonora, pero ya de manera íntima, dolorosa y dramática, el 27 de noviembre de 2007. La circunstancia, esta vez, no estuvo rodeada de sindicalismo ni política: era el funesto descubrimiento de un cáncer de tiroides, luego de la biopsia de rigor. Y ante esta realidad, la líder impuso su decisión de seguir viviendo y peleando por los ideales que para ella justifican la vida misma.

Luego de someterse a un montón de obligados aislamientos, por efectos de tratamientos de yodo radioactivo, de la extirpación de la glándula tiroides, Leonora González luce tan fuerte como siempre. Para sus compañeros del Suteq, de la CUT, del colegio y del Polo, el cáncer trajo consigo, para bien de quienes la rodean, el abandono definitivo del cigarrillo que la escoltó por más de treinta años.

Diecisiete días después de detectado el cáncer, tal vez porque una desgracia al entrar deja la puerta abierta a otras más, fue asesinado en forma vil su hermano Arcesio González García, quien ejercía el cargo de secretario del juzgado de Ejecución de penas de Armenia. Al parecer, los asesinos fueron cobijados por alguna medida proyectada por el funcionario judicial e interpusieron el supremo recurso del crimen para silenciar a quien fuera recto y justo y, de paso, intimidar a quienes siguen los caminos de la justicia. Como si esta clase de hechos siguiera el curso de una ley natural, el crimen permanece aún impune, y en la oscuridad sus autores.

Hablar con Leonora, al igual que hablar con líderes sindicales y políticos en contravía, en ocasiones puede resultar fatigante por el estilo vehemente y un tanto clisé que éstos manejan. Sin embargo, en el caso de la líder de los maestros del Quindío, una vez la conversación alcanza los primeros minutos, son de tal dimensión sus convicciones y la fuentes que le dan soporte a su discurso, que logra hacerle bajar la guardia al más escéptico interlocutor. Como si estuviera en un campo de batalla, una a una va soltando sus quejas, que son las quejas de los maestros que representa, las cifras, las fechas, en fin , el cúmulo de circunstancias que hacen tan poco deseable en nuestro medio el ejercicio de la más bellas de las profesiones: la enseñanza.

Su opinión ante el eterno interrogante sobre la calidad de los maestros de antes y los de ahora, favorece a los últimos, puesto que para ella los maestros actuales tienen ante sí peores condiciones que antaño, en un ambiente de agresión constante por parte del Estado, lo que de por sí los hace mejores. O, por lo menos, más valientes tendríamos que agregar nosotros.

Para esta maestra infatigable que parece haber sido amamantada por un megáfono, con su manojo de gritos y consignas, que rastrilló sus primeras tizas frente al tablero de la escuelita rural de La Mayoría, una vereda de Génova-Quindío, el gobierno nacional emplea sus recursos para desemplear, como parece corroborarlo la existencia de la combatida Ley de transferencias que vertió gasolina a la hoguera de las carencias. Ya en el año dos mil se completaron quince de congelación de la planta de personal docente. No se reemplazan los maestros que se jubilan y en el Quindío se fusionaron ochenta establecimientos educativos en treinta y dos, lo que se traduce en mayor hacinamiento de alumnos por aula de clase. Para ilustrar el problema de las fusiones cuenta cómo en el Colegio El Laurel, de Quimbaya, se llegó al extremo de agrupar dos cursos en una sola aula para que el profesor impartiera un conocimiento simultáneo para dos realidades pedagógicas diferentes.

Cuando le planteo el resobado tema de la resistencia de la comunidad docente frente a la posibilidad de retirarse al cumplir edad y tiempo de servicio, a quemarropa me dispara una ráfaga de razones, tras lo cual sólo es posible caer en uno de dos extremos: los maestros son víctimas de un enredo laboral, un tratamiento inequitativo y unas condiciones adversas para su calidad profesional o su líder, Leonora González, es una manipuladora de cifras y hechos. Adoba con un grave gesto la versión objetiva del asunto: ningún maestro vinculado después de 1981 puede cobrar más de una pensión. En contraposición a otros regímenes de excepción, al personal docente se le quitan las primas y factores salariales en el momento de la liquidación de la jubilación, de tal suerte que un maestro percibe apenas como mesada el cincuenta por ciento del valor que devengaba al retirarse. Es decir, la visión que tiene la sociedad en torno a las ventajas pensionales es una visión deforme, amañada, que hiere el ser docente, y con el tiempo y las nuevas leyes esas garantías legales tienden a desmejorar. Y, en todo caso, el llamado régimen de excepción finalizará el 31 de julio de 2010. Esto es, la actual compatibilidad entre salario y pensión y las condiciones favorables para la permanencia laboral de los docentes.

Su sensibilidad extrema, como es fácil de entender, ha trascendido desde siempre el entorno sindical, político y filial y por eso confiesa haber tenido los amores que ha querido tener. Ni uno más ni uno menos, como para no arrepentirse de ninguno, justo el tiempo necesario y para serle fiel a la máxima: los amores eternos duran hasta que se acaban.
En su casa paterna, de la que sobrevive su mamá, doña Islena, pensionada del poder Judicial en el Juzgado Penal de Menores, nacieron nueve hijos: Martha Lucía, Julián, Álvaro, Luz Estela, Carlos Manuel, Carmenza, Ernesto, Arcesio el hermano asesinado, y ella, la líder del magisterio, la candidata en 2006 a la Cámara de Representantes en nombre del Polo Democrático. En su figura y actuar político, convergieron tres mil cien votos del Quindío, es decir, una cifra nunca alcanzada por la izquierda en toda la historia regional.

Este suceso es un síntoma inequívoco de la capacidad de trabajo y el carisma de Leonora González, un personaje que encarna el triunfo sobre la adversidad, la convicción y entrega a un ideario que representa la postura de una minoría pensante que cuestiona minuto tras minuto un sistema que no ha sido, que no es, que, en definitiva y por definición, no será justo ni equitativo con los pobres de este lado del mundo llamado Colombia, tierra verde de negras esperanzas, paraíso del crimen, la corrupción y los falsos positivos.

LIBANIEL MARULANDA
Calarcá, 17 de abril de 2009.



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1 comentario:

Fuenlabrada dijo...

muy bueno