26.4.09

DESDE COLOMBIA. Ángel Castaño

Noticias de Oriente

El bullicio de las desordenadas calles de El Cairo entra en la habitación. Los últimos rayos del sol mueren en los techos de las bermejas casas. Mira por la ventana y siente el peso de la soledad. Como lo había convenido, al otro día, muy temprano, saldrá del hotel, caminará unas cuantas cuadras y se subirá al bus que al otro lado de la frontera la conducirá. Con falsa excusa, pidió pasaporte nuevo en el consulado colombiano. Todo está listo. En el bolsillo interior del bolso de cuero negro que lleva a todas partes tiene bien resguardado el boleto y, dinero suficiente, en la ajada cartera. Minutos antes, Fabián, un peruano que varias semanas lleva intentando ingresar a Israel, le aconsejó distraerse un poco: las horas dibujan en su cara el amargo gesto del desespero. Enciende el televisor y deja que las imágenes iluminen el camastro y los demás desvencijados enseres. La noche del miércoles 27 de enero amenaza con ser la más extensa de su travesía. Una palabra familiar sale a relucir en el torrente de vocablos desconocidos: Armenia. Vuelve el rostro y ve una hilera de cadáveres y montañas de humeantes escombros. Con el dorso de la mano se limpia las lágrimas. Absorta, mira la pantalla los treinta segundos que dura el cubrimiento noticioso. Recuerda los consejos de sus padres y la tenue voz de su hijo. No, se dice y mueve la cabeza de un lado al otro, conjurando el presagio que germina en la mente. No. No cree que el único contacto con su país, las intermitentes llamadas de su hermana, le oculte una noticia de tal envergadura.

Irma Guzmán abordó un avión en el aeropuerto El Edén el 14 de enero de 1999. Su destino, según consta en los desprendibles de los boletos, es el aeropuerto Internacional David Ben Gurión. Al momento de pasar por la requisa de los policías aeroportuarios, uno de ellos, un joven de tez olivácea, enfundado en camisa azul claro y en pantalón oscuro, rompió el hechizo al informarle que no era bienvenida en Israel. La condujo, suavemente asido de su brazo, hasta una oficina y la entregó a un oficial. Éste rotuló su pasaporte y la hizo abordar un avión que la llevó a Viena. Todo ocurrió en un parpadeo. Ella, ausente, se vio envuelta por un espiral de circunstancias que la llevaron a El Cairo. Antes que el sol del 28 de enero asome por las dunas del desierto, un viejo autobús se dirige a la frontera egipcio- israelí a velocidad constante. El silencioso ambiente que reina en los asientos, sólo interrumpido por un breve intercambio de impresiones, patenta la ansiedad de los pasajeros. Falta menos de una milla para llegar al garito donde espera la policía fronteriza. Inquieta, Irma mira por la ventana. A lo lejos una edificación sobresale en el monótono paisaje. Mira a su compañero de asiento. Las líneas de la frente delatan la creciente preocupación. Alcanza a ver a un oficial haciendo la señal de pare. Todos se apean del autobús. La nube de arena que se levanta en el momento en que el autobús frena, disimula los impasibles rostros de los policías. Revisan la documentación de cada pasajero. El peruano sonríe, nada extraño encuentran en su pasaporte. Se sube al autobús. Un policía le pide los papeles a Irma. Si no fuera más que imposible, diría que se trata del mismo joven del aeropuerto. La mira y con desgano le dice que lo acompañe. Camina hacía las oficinas, mientras oye el bramido del motor y la cada vez más distante marcha del autobús. Repite el mensaje: no es bienvenida en Israel.

Después de recorrer el camino de vuelta en una camioneta atestada de barbudos árabes, algunos ataviados con largas batas, llega al hotel. A la hora, el repicar del teléfono corta el rosario de lamentos que desgrana. La voz de su hermana la trae a la realidad. Le dice que aborde un avión con rumbo a Jordania, que intente de nuevo… pero, que tiene una noticia que darle… alcanza a sentir el titubeo, su hermana no está del todo segura que sea el momento adecuado. Terremoto en Armenia. Cada letra aumenta el desespero que la primera sembró. Sigue llorando, pues en lo que lleva de viaje no ha dejado de hacerlo. Pero esta vez las lágrimas no son por ella, son por su familia y amigos. Su hermana no tarda de darle consuelo: a ésta no le pasó nada.

A su regreso a Armenia, se encierra en casa de sus padres. La accidentada experiencia menguó sus reservas corporales y minó su salud. Tarda quince días en salir a caminar por la ciudad y ver la galería de atrocidades que dejó a su paso el terremoto.

Ángel Castaño Guzmán

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bonjour,
Si Angel Castano vient de zamora en espagne est est né autour de 1950, je serais heureuse d'entrer en contact avec lui.
Francoise Tuscher, une vieille compgane de vendanges près de Bordeaux en 1968.
lamesure@wanadoo.fr