13.7.08

DESDE COSTA RICA. Oscar Sierra -OKI-


BOOGIE EL ACEITOSO

O LA VIVISECCIÓN DEL CULTO A LA VIOLENCIA


Al despertar del siglo XX la era audiovisual irrumpió en la humanidad con el cinematógrafo, complementado unos años más tarde con la televisión. Trotando al la­do de ambas, a la orilla del camino, la historieta.

Desde su nacimiento, estos inventos sin precedentes en la historia, capaces capturar y recrear imagen, sonido y movimiento, se perfilaron como elementos esencialmente mitificadores, auténticas máquinas de sueños que jugarían un papel de primer orden en la psicología de las grandes poblaciones masificadas de la civilización planetaria de finales del segundo milenio.

Su contundente fuerza persuasiva fue aprovechada entonces por los imperios capitalistas del orbe -Norteamérica especialmente- para atornillar en millones de mentes alrededor del globo sus valores de oropel, su culto al rutilar del dólar y al frívolo y decadente héroe del gran garrote, todo fuerza bruta, que defiende con la lógi­ca del misil y la macana la infabilidad del sistema, ofrendando víctimas a diestro y siniestro ante el altar del dios de la violencia, con la olímpica indiferencia con la que cualquier hijo de vecino aplasta zancudos en una tarde de invierno.

Desde el pistolero del oeste salvaje, rudo y barbado, arrasando con su "ley del revólver" poblaciones enteras de indefensos bi­sontes y las culturas aborígenes de un nuevo mundo, hasta el robotizado espía-mercenario de la metrópoli moderna (auténtica a­planadora humana capaz de triturar hasta a su propia sombra), el culto a la violencia, alentado desde las altas latitudes, se derra­ma como una mancha sanguinolenta por toda la faz del planeta, inunda pueblos y ciudades y acaba por filtrarse en los recintos privados de millones de hogares a través de ondas, cables y antenas, emergiendo como un torrente de pesadilla por las panta­llas del cajón audiovisual, llegando a salpicar de rojo a las mismas conciencias infantiles , al arrebatar de las manos inocentes el osito de peluche y colocando en su lugar el sofisticado arcabuz lanzamisiles de Rambo que achicharra aldeas tercermundis­tas con sólo apretar el gatillo.

Generaciones enteras, herederas de tradicionales valores familiares de "gentes de bien", forjadas con la moral del catecismo y las buenas costumbres, acaban por aceptar al villano en sus vidas cotidianas, lo dejan campear con su violencia de estrépitos y humo de pólvora en sus hogares, se lo llevan a su aposento, siguiendo desde la cama sus sangrientas "aventuras" con alelado interés, para luego darle al "héroe" el besito de las buenas noches antes de meterse bajo las cobijas. Mentes y ojos, ofuscados entonces por el cruento escarlata y el negro humo del napalm, no logran identificar ya la verdadera naturaleza del villano matón y la perspectiva del mundo se distorsiona. La magia prodigiosa de los "efectos especiales" y el manejo acertado de la sicología de masas, deifican al monstruo ante las mentes hipnotizadas y adormecidas, lo cubren con un halo glorioso y entonces lo colo­can sobre el pedestal del héroe, manchado de barro, sangre y pólvora el recinto de los más excelsos atributos del hombre. El culto a la violencia ha triunfado.

Pero no todo está perdido. La marejada alienadora tiene también sus olas de rebote: la historieta sale entonces al rescate. Su bisturí metálico, en forma de plumilla, fulgura entre el humo de la pólvora y el hedor de la masacre y se lanza en pos de la vivi­sección del mito prefabricado. Al ritmo de trazos y tinta china comienza la labor de alta cirugía, cortando primero las costuras del vestido y la piel que la sofisticada técnica audiovisual ha tejido en torno al engendro, exhibiendo después sus verdaderas entra­ñas cancerosas bajo el haz potente de un sol esplendoroso: el humorismo. Nace de esta forma "Boogie el aceitoso".

Nieto de John Wayne, amigo desde la infancia de "Harry el sucio" y teniendo a "Rambo" como uno de los brotes más recientes de una de las ramas de su árbol genealógico, Boogie, mercenario de profesión, lleva a cuestas la pesada y enmohecida carga de valores de la deshumanizada sociedad del American Way of Life, y su filosofía del consumo y la fuerza bruta. Es su más fiel embajador, su producto más representativo y acabado; el espejo en el que se refleja todo un sistema que trata de luchar contra el tiempo, mientras se derrumba inexorablemente segundo a segundo, agobiado por el grosero peso de su estructura tosca y apoliIlada.

Boogie, con su anatomía dinosauresca, burda y pesada; su mirada inexpresiva y su eterno cigarrillo flotando a dos milímetros de distancia de unos labios en los que jamás se esboza una sonrisa, es el retrato destripado, sin ropajes de oropel, del héroe del gran garrote que irrumpe en nuestros hogares e invade la mente y las conciencias de nuestros niños y adolescentes, marchitan­do y contaminando con ello las mejores promesas, las más caras esperanzas de la humanidad futura.

Boogie, con su mente débil y reducida, en la misma proporción de su fuerza bruta y su violencia a la orden del día es, bajo el guión y los trazos de Roberto Fontanarrosa, una llamada de alerta a las mentes adormiladas y domesticadas, una sirena de alar­ma en medio del maremagnun audiovisual; la luz roja intermitente colocada a la distancia, en el cruce de vías de la ruta obligada de nuestro diario vivir, que nos avisa del peligro de esa locomotora descontrolada, próxima a arrollar nuestra conciencia y nues­tra clara visión del mundo y las cosas: el culto a la violencia.
Oscar Sierra Quintero©

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Ler o que o Oscar escreve neste artigo, nos dá uma certeza clara e profunda da maneira como ele vê e pensa. Sempre que leio o que ele escreve, me sinto imediatamente levada a uma profunda análise do que posso ter deixado de alcançar ou entender sobre o mesmo assunto. Ele alcança com sua visão crítica o que está por trás do que de fato se mostra, o que está subentendido, e nos apresenta o que sente. Isto nos obriga a refletir antes de aplaudir. Por isso, ler Oscar, é como repensar valores já firmados e que precisam ser revistos. Lógico que sei que este artigo foi escrito há algum tempo, mas é deste tempo que me vem as lições de como olhar o mundo e as pessoas, que ele tão bem ensinava.

Miriam dijo...

El anonimo que escribio el comentário fué yo, Miriam Márcia Bonetti, y me designé anonimo para hacer un pequeno chiste. El professor Oscar Sierra Quintero, sabe que lo aprecio e mucho, y que siempre procuro aprender más com el, que és un grande mestre e un grande escritor.

Anónimo dijo...

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