Jorge Schultz
Cuestión de historia
A la salida del St James enfermería
colgaba frutal miraba turbio el cielo.
Primrose el nocturno componía
sonó un blues tocado después por Satchmo.
A cada garabato llevaba la trompeta a los labios,
el aire a las mejillas; ensayaba fusas y anotaba
silbaba y chasqueaba dedos.
Los blues son siempre en tono lento y triste
-ese fue su más duro blues y lento año-
de negrura en ronca tesitura rosas en vibrato,
de barrancos de negra piel como dolorosa herencia
por eso salía a perderse Louis Armstrong en la niebla
con su sequito.
A cada pared, a cada habitación de urgencias, a cada torre terminada se decía:
en la composición cada instrumento flote solo, se salga sin salirse tirando puertas de la comunión con un piano. Qué la melodía no deje de ser sin ser el blues mismo y se desgaja mientras empujen la camilla con un cuerpo,
atravesando puertas de árboles difuntos, huecos de niebla y cloroformo
en un STACATTO de ruedas oxidadas por pasillos.
Así fue el blues de melancólico quedó flotando en despedida;
el lamento de Satchmo iba en la trompeta paso a paso
por la calle sabor de luna, en inglés Moon Flavors sin ocuparnos del francés tan común en Nueva Orleáns como doliente arpegio.
Primrose el músico el albañil de urgencias
construyó el San Jaime nota a nota, piedra a piedra, jadeante
y solitario en ese blues que vacía su grito emparedado
cosido al goteo de su rubatto.
Alrededor
tan taciturnos
las manos en los bolsillos, cargadas de un racimo de cuerdas y émbolos
con el aroma de un tintofuerte entre los labios
susurrando para no dejar dormir el alba,
devorados los ojos del nocturno
en silencio Satchmo empujaba el cuerpo
bajo una sabana azul de pálidos y hondos trompetazos
al compás de su cuerpo bamboleado
detrás
el manchón de fúnebres sombras y siluetas sazonadas por sus labios;
apto para mi instante o sombra que abandona
si escucho de esos hospitales de gasa y música
sin techos hecho a mano
a cinceladas lajas,
como una melodía que ya tenemos o recordamos de memoria
imposible de olvidar una vez
se atiende cesadas imágenes vestidas de hospitales
que parecen contar que un blues me hace sentir más solo;
Satchmo
el de la voz ronca de trompeta
quien tocara esa pieza como nadie nunca
porque no hubo melodía tan triste y contraída
se esfumó en la niebla o por mis lunas
porque a puro blues no encontré dónde estallar mi llanto,
o en el volátil arpón del trombón de mis palabras.
colgaba frutal miraba turbio el cielo.
Primrose el nocturno componía
sonó un blues tocado después por Satchmo.
A cada garabato llevaba la trompeta a los labios,
el aire a las mejillas; ensayaba fusas y anotaba
silbaba y chasqueaba dedos.
Los blues son siempre en tono lento y triste
-ese fue su más duro blues y lento año-
de negrura en ronca tesitura rosas en vibrato,
de barrancos de negra piel como dolorosa herencia
por eso salía a perderse Louis Armstrong en la niebla
con su sequito.
A cada pared, a cada habitación de urgencias, a cada torre terminada se decía:
en la composición cada instrumento flote solo, se salga sin salirse tirando puertas de la comunión con un piano. Qué la melodía no deje de ser sin ser el blues mismo y se desgaja mientras empujen la camilla con un cuerpo,
atravesando puertas de árboles difuntos, huecos de niebla y cloroformo
en un STACATTO de ruedas oxidadas por pasillos.
Así fue el blues de melancólico quedó flotando en despedida;
el lamento de Satchmo iba en la trompeta paso a paso
por la calle sabor de luna, en inglés Moon Flavors sin ocuparnos del francés tan común en Nueva Orleáns como doliente arpegio.
Primrose el músico el albañil de urgencias
construyó el San Jaime nota a nota, piedra a piedra, jadeante
y solitario en ese blues que vacía su grito emparedado
cosido al goteo de su rubatto.
Alrededor
tan taciturnos
las manos en los bolsillos, cargadas de un racimo de cuerdas y émbolos
con el aroma de un tintofuerte entre los labios
susurrando para no dejar dormir el alba,
devorados los ojos del nocturno
en silencio Satchmo empujaba el cuerpo
bajo una sabana azul de pálidos y hondos trompetazos
al compás de su cuerpo bamboleado
detrás
el manchón de fúnebres sombras y siluetas sazonadas por sus labios;
apto para mi instante o sombra que abandona
si escucho de esos hospitales de gasa y música
sin techos hecho a mano
a cinceladas lajas,
como una melodía que ya tenemos o recordamos de memoria
imposible de olvidar una vez
se atiende cesadas imágenes vestidas de hospitales
que parecen contar que un blues me hace sentir más solo;
Satchmo
el de la voz ronca de trompeta
quien tocara esa pieza como nadie nunca
porque no hubo melodía tan triste y contraída
se esfumó en la niebla o por mis lunas
porque a puro blues no encontré dónde estallar mi llanto,
o en el volátil arpón del trombón de mis palabras.
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