23.1.07

CARLOS FERNANDO
GUTIÉRREZ TRUJILLO
DOCENTE Y ESCRITOR.

APROXIMACIONES HACIA LO POÉTICO EN LA NOVELA “LA TEJEDORA DE CORONAS”

Germán Espinosa

Ese horror de vivir en lo sucesivo. J.L.borges


Realizar una valoración de lo poético en la obra prosística de Germán Espinosa (Cartagena, Colombia1938) es un empresa riesgosa, por ser un escritor de ideas, de paradigmas conceptuales y circunscrito a una prosa de gran intelectualidad. En el siguiente ensayo pretenderé detenerme en algunos aspectos poéticos de la obra La Tejedora de Coronas [1]. Mi interés en este tema parte de un gusto personal por lo fenómenos poéticos, además encuentro en esta obra una gran riqueza y vitalidad lírica.

En su estructura narrativa esta novela se ubica en un tiempo histórico: El siglo XVIII. Desde allí el personaje central, Genoveva Alcocer, narra su vida desde la perspectiva de sus casi 100 años, cuando está siendo juzgada por un tribunal de la Santa Inquisición en Cartagena. Ella nos relata todos los acontecimientos de su vida y su época, pero estos eventos están atravesados por una pasión vital centrada en el amor, la aventura, el interés por la ideas de la ilustración francesa, la sexualidad. Estos temas hacen parte de la vivencia de una mujer que solo tiene una búsqueda por la libertad y un reconocimiento de su individualidad.

Un aspecto interesante de esta novela son los recursos narrativos. Intencionalmente existe una ruptura y una dislocación de las secuencias temporales del relato. El recorrido vital de la protagonista, trascurre en el fluir de su conciencia, en su memoria. Desde allí se refractan sus recuerdos en una Cartagena colonial y una Europa que empezaba a despertar con los ideales de la Ilustración. Por su estructuración es una novela poética ya que su discurso prosístico trascurre en la subjetividad de su narradora, pero universalizado por un talante de erudición, asombro y sensatez intelectual:

"Apuntando al Océano Atlántico, nos encareciese de cuál manera nos hubiese aterrado esa gran extensión de agua salada si hubiéramos vivido en la Europa de mediados de la centuria antepasada, cuando se creía que la tierra era plana y que, más allá de la Columnas de Hércules, el mar se precipitaban por la fauces de un bestión descomunal, como esos de la Topografía cristiana de Cosmas indopleustes, superchería barrida, hacía ya tiempos de Colón, Magallanes y Elcano, pues hoy sabíamos que la Tierra, como ya lo había afirmado Aristóteles, era redonda y podía circunnavegarse."[2]

El idioma delirante de la protagonista construye un relato que se refracta en su memoria. Este recurso por si es poético, ya que existe una exaltación vital e intelectual de un mundo moderno que apenas empezaba a despertar hacia la búsqueda antropocéntrica.

Esta primera aproximación no pretende ser minuciosa, ni microtextual. Solo es una manera de permitir, a los lectores, nuevas posibilidades estéticas que, desde lo poético, podemos realizar a la narrativa en esta novela. En la literatura moderna hay cierta asimilación de la poesía en la prosa. Los géneros cada vez más entrecruzan sus discursos. Asistimos a una dispersión de lo literario, donde el lenguaje se hace más resbaladizo y menos circunscrito a determinadas formas artísticas.

En esta obra literaria la poesía se transustancia en la narración. Su lenguaje lírico expande las posibilidades expresivas. Nos acercamos a un tipo de prosa que aprovecha al máximo la función poética del lenguaje. En su universo discursivo se conjuga lo discursivo con lo lírico. Esta confluencia se da a partir de imágenes, ambientaciones, espaciales, temporales y giros lingüísticos:

"Frente al arenal de Playa Grande, y ahora inmóviles en la mar tendidas, bajo el cielo aborregado y el marero viento, simulaban fantasmas de sal, como los corceles de mi sueño, que disfrutaran entes de anonadarla, el espectáculo de la inerme ciudad ahogada en los primeros resoles de abril, rodeada de tremedales cortados por esteros que formaban islas bajas y tupidas de mangles cuyas raíces se elevaban por el aire y hacían una graciosa curva antes de sumergirse en el suelo pantanoso.. era como el eco medroso del mutismo glacial del enemigo, silencio extravagante bajo la opresión de la siesta.."[3]

Jakobson en el análisis discursivo plantea que los procesos literarios ocurren en dos direcciones: La metafórica, donde la poesía se manifiesta directamente. Sus alusiones tienden a lo diáfano y lo connotativo. La otra dirección es la Metonímica, caracterizada por la prosa, la continuidad del relato, la hilaridad de los hechos. Su función es referencial y denotativa. La prosa de esta novela la podemos ubicar en un lugar intermedio, de equilibrio entre lo metonímico y lo metafórico. La característica de La Tejedora de Coronas es que tiende a ser narración centrífuga por ser una novela histórica, contada a partir del fluir de conciencia de Genoveva, su protagonista. A este respecto el crítico Carlos Bousoño nos dice:

"Cuando escribimos sobre un pasado ya completamente asimilado apuntamos a lo esencial y no a lo episódico, la novela puede cobrar, por eso, mucha fuerza poética."[4]

Más allá de la apoteosis de las ideas, de un alter ego de inteligencia, en el fondo hay todo un relato de evocaciones, monólogos y sensualismo de esta mujer con su manera particular de ver el mundo.

Relato con una nueva lógica discursiva, porque traiciona el confort narrativo por medio de citas, trastocamiento de los tiempos, evocaciones. Su tiempo discurre en procesos diacrónicos. Su lenguaje que tiene una intención de comunicación referencial, termina siendo un lenguaje expresivo donde asistimos, con la tejedora de guirnaldas, a un sentir de emociones y tensiones personales. La ruptura y el desorden cronológico, vinculados a la expresividad, a la dislocación de las secuencias temporales reproduce en el lector estados emocionales y mentales: “de esta Genoveva Alcocer, sola en el mundo, tan sola que se había vuelto loca, lo cual no descartaba yo misma, pues solo a una loca podía interesar en una ciudad tan inculta y mercantil, el cálculo, la distancia entre el sol y la tierra..”[5]

Aunque la prosa tiende a lo unívoco, hay ciertas palabras y frases que expanden los significados. La novela crea una nueva lógica prosística a partir de citas históricas, enunciación de ideas filosóficas e históricas. Se trastoca el tiempo por la manera de Genoveva contar. Lo expresivo sobrepasa lo puramente referencial y comunicativo del lenguaje y llega a connotar. Muchos postulados de los personajes operan en la emoción y en cierta tensión interior. Más allá de los acontecimientos sincrónicos, los hechos tienden a vivir en lo diacrónico, desde lo cual damos razón a la historia.

La novela en el fondo representa al hombre de la modernidad, con sus saberes y contradicciones de época. Además mediatizados por una mestiza americana que vive la suma de culturas coloniales y universales:

"Porque el mundo se me había entrado como un huracán en mi humanidad, me había saqueado para hurtarme todo lo que estaba dispuesta a ofrendarle, dejándome, irónicamente lo que sí quería sacrificarle, de suerte que ahora no tenía por qué vivir para mí, sino para el mundo, ante el cual debía quedar a la postre vacía, como odre sin vino... "[6]

El recorrido vital de la protagonista, más que por lugares, geográficos, lo realiza sobre las ideas de la Colonia en América, la exuberancia natural, las ideas de la ilustración, los rituales mestizos, la magia y el esoterismo. En la obra tiene voz la iglesia, la ciencia y los representantes de la iglesia y el gobierno Español en nuestro continente. A partir de su diacronía con el mundo de la época, la narradora entabla un diálogo entre América y Europa, donde nuestro sincretismo cultural es la suma de una cultura en crisis. Las fronteras de lo moderno y lo premoderno se conjugan y tratan de diluirse entre el azar y la incertidumbre: “ahora que sé que ni el intelectualismo ni los nobles ideales garantizan un mejor comportamiento colectivo”[7]

La novela desde su mismo título es poética y dual: Tejedora de Coronas como imagen de lo fúnebre y corona como significado de guirnalda, de gloria. Allí está descrito este personaje ambivalente que es, a la vez, razón y esoterismo, ciencia e inquisición, amor vital y amor racional, ensoñación y pragmatismo. Genoveva exorciza el mundo en su memoria. Desde allí evoca, describe, narra, reflexiona, sueña. En este relato asistimos a dos tipos de novela; una de aventuras, donde seguimos el itinerario de unos personajes en un tiempo y lugar y una lírica porque los hechos están mediados por la conciencia y la interioridad de la protagonista.

El lirismo de la obra, se construye sobre las ideas de América mestiza. La exaltación individual o ese imperativo del yo, donde lo que le acontece a Genoveva le ocurre al mundo.

Un elemento importante para resaltar es el culto y el refinamiento en el lenguaje. El empleo de palabras y frases, en desuso hoy, tiene la intencionalidad de correr los límites conceptuales y de conocimiento. Estas palabras cumplen una función de expansión, de ambientación de la época. El mundo de la modernidad exige no sólo unas nuevas relaciones sociales y políticas, requiere de nuevas aperturas discursivas. El lenguaje es quien debe expandir los límites y necesidades axiológicas. En esta obra presenta un tono escritural novedoso. La apoteosis de la inteligencia lo compromete con nuevas visiones culturales. Asistimos, como pocas veces en la literatura colombiana, a un culto y refinamiento por el arte del lenguaje:

"Y de nuevo colgaban en la plaza Mayor, de las carretas empujadas por mulatos, los viscosos sartales de huevos de iguana, mientras las tiendas de abastos ofrecían sin disimulo sus aceites, vinagres, turrones, jaleas, pescados, o legumbres secas, los joyeros se animaban a exhibir los brocamantones de oro y piezas preciosas, las piezas de plata y orfebrería, las arracadas y zarcillos de rubíes y los collares de perlas ... [8] "

El monólogo libre aprovecha al máximo las funciones poéticas del lenguaje. Allí el personaje está liberado del tiempo. En su conciencia pueden discurrir imágenes, personajes, tiempos, hechos, sin importar una secuencialidad o linealidad lógica. La ruptura y el desorden están vinculados con la expresividad. La dislocación de las secuencias temporales otorga libertad para que las distintas imágenes de la novela, asuman el vuelo lírico o la ambigüedad. La imagen nos permite reproducir estados emocionales y mentales. Estas ambivalencias con lo temporal y geográfico, permite desplazamientos semánticos en nosotros los lectores. Nuestra conciencia al no abarcar las totalidades discursivas del relato, irremediablemente traslada sus interpretaciones al mundo de lo simbólico.

Novela donde el ensueño permite acrecentar paradigmas muy diversos. El culto al refinamiento de la vida por el arte, su lenguaje y su sensualismo trascendental, nos dan la posibilidad de una lectura poética llena de asombros y retos intelectuales.

Un rasgo interesante en esta obra es la poeticidad implícita en lo narrado. Los sucesos discurren entre sucesos y evocaciones, creando un ambiente contextual de los hechos. La atmósfera poética, que recorre el interior del relato, permite ambientar los hechos, los personajes, la época histórica. Ésto sólo se da en el fluir personal de los sucesos, la ambientación de lugares y usando un lenguaje de época que expande lo denotativo:

"Vi a los negros africanos trabajar bajo tierra, en la galería magistral de contraminas de San Felipe, erigir cimientos de mampostería al pie de las baterías exteriores y repellar los tres aljibescon conductos subterráneos que abastecerían al fuerte, forrar de ladrillos los pies derechos que sustentaban las bóvedas en los cuarteles de las baterías de San Carlos y de la Redención, erigir la rampa de comunicación entre la batería de San Lázaro y las restantes del recinto, y allanar el terreno entre aquella de San Felipe.[9]."

Un elemento que se agrega, además de una poeticidad tácita, es la gran carga lírica de las palabras eruditas o enciclopédicas. Roland Barthes plantea que estas palabras cumplen una función de expansión en el relato. Dentro de la Tejedora de Coronas, encontramos muchas palabras desconocidas y que poco significan para nosotros, pero que al ubicarlas en su huella histórica, identifican un principio de ciencia y filosofía occidental: la Ilustración. Un mundo en apertura a la razón y el conocimiento, requiere nuevas posibilidades discursivas. Busca un lenguaje que soporte los nuevos paradigmas del conocimiento. En las sociedades ilustradas, la libertad empieza con el lenguaje, si se cierra el mundo este termina por limitarse. El arte en el hombre ha tenido una ligazón ética-estética. La palabra erudita y expansiva siempre sugerirá otros estratos del saber. La universalidad es proporcional a la riqueza y representaciones del discurso.

Finalmente en la novela están representados una serie de temas que acompañan los acontecimientos. Símbolos que hacen parte del universo narrativo de la obra y que permiten trazar una serie de interpretaciones que van más allá de la sucesión de hechos, personajes y lugares. Estos símbolos son : El mar, la luna de abril, la bruja de San Antero, lo esotérico, el paisaje exuberante, el espejo, los rituales mestizos, los símbolos masónicos, el erotismo. La imagen pendular de Europa y América, simbolizada en la narradora, no puede más que poetizar en la historia. A manera general, quisiéramos decir algunas cosas sobre estos símbolos: El planeta verde en últimas es la representación de la búsqueda incesante por el saber y la ciencia. Él representa ese alter ego de Genoveva, en su búsqueda personal y universal:

"Cuando el sol declinara, el anónimo, pero ese día me juré en mi corazón, y lo hice en vano, me parece ahora, que aquel planeta se llamaría Genoveva por encima de todas las cosas del mundo, Genoveva, Genoveva, Genoveva el planeta tejedor de guirnaldas siderales, el planeta de los sabios, el de los rebeldes, el planeta de las compulsiones uránicas que era, estoy segura."[10].

Pero a la vez ese Planeta-Genoveva se humaniza, se interioriza en la Bruja de San Antero, símbolo de las fuerzas telúricas americanas. Mundo instintivo que traspasa utopías y funda nuevas visones del asombro americano

"Quizás la mención del planeta Genoveva, de ese brillo aceitunado que aún quisiera poder entrever en el ocaso, porque su descubridor fue un verdadero brujo, un brujo en todo el transmutador sentido de la palabra, un poeta, ... Rómpanse, inquisidores, la cabeza tratando de desentrañar esa rara ilusión, porque la Bruja de San Antero, hundiendo su mirada en su lebrillo, me ha revelado que, en efecto, esa lucecilla fría y quieta corresponde a un séptimo planeta al cual por desdicha no conocerán los tiempos futuros con el nombre que lo bautizó su verdadero descubridor".[11]

La imagen del mar es una constante del autor. Si quisiéramos profundizar en algún aspecto particular de Germán Espinosa es la evocación incesante del elemento marino. Más que ambientación de espacios, de ubicación geográfica de lugares, lo que se haya expresado es una imagen personal del autor, una constante amena de su lugar de origen. Una evocación de su mundo interior, cierta búsqueda de su infancia y juventud. Estos símbolos no llegan al relato idealizados o detenidos en un tiempo sublime, sino que cobran un nuevo significado alejado más allá de su propio mundo.

Quizás el erotismo es uno de los temas que más significación poética tiene en la obra. El recorrido de Genoveva, además de ser intelectual, es también erótico. La protagonista, símbolo de América, tiene relaciones con otros cuerpos-mentalidades universales. Esta búsqueda y encuentro personal es una manera de apropiarse de ideas, sentimientos y saberes de otras latitudes. América-Genoveva, recién descubierta influida y poseída por extraños, que se apropian y a la vez influyen en la construcción de una mentalidad sincrética, pluricultural. El mundo de Genoveva está atravesado por un Panerotismo, donde el deseo se apoya en lo sensual, en lo erótico, para trascender. Más allá de una pasión vital, La narradora tiene una búsqueda por la trascendencia, por los saberes ilustrados de la modernidad. En ella, el amor se acrecienta con los sentidos.

El espejo es una imagen poética importante en la novela ya que la narradora al inicio de la novela, al mirarse en él, configura el relato de su vida, el cual sólo se detiene al mirarse nuevamente, al final de la obra. Pero además ella, al inicio se mira cuando está joven:

"Y quedé desnuda frente al espejo de marco dorado que reflejó mi cuerpo y mi turbación, un espejo alto, biselado, cuyo inverso universo no pude evitar la contemplación lenta de mi desnudo, mi joven desnudo aún floreciente, del cual ahora, sin embargo no conseguía enorgullecerme como antes, cuando pensaba que la belleza era garantía de felicidad, aunque los mayores, se inclinaran a considerarla un peligro"[12]

Pero esta contemplación no es plena porque su cuerpo está vivo de ansias, de ideas y saberes. Paradójicamente ella se contempla al final de sus días en el mismo espejo:

"Y anduve lentamente hasta el cuarto de baño, el cuarto de mis baños compulsivos, para
encarar con audacia y coraje el mismo espejo alto biselado, de marco áureo, donde alguna vez, a despecho del pánico infundido por la tempestad, examiné el sentido de mis encantos físicos, y volví ahora a desnudarme frente a él, con una tristeza no exenta de cinismo, para solazarme en la ruina de mi cuerpo."[13]

Estas dos citas evidencian la circular del relato. Genoveva al final de sus días, siente su cuerpo envejecer, pero a la vez, sabe que su vida no ha sido vana. En sus momentos finales, le faltan fuerzas para seguir nutriendo su vida de ideas, sentires, supersticiones, cuerpos. Ella, en este caso desde la ficción, es extraordinaria porque encarna los más altos ideales de nuestro continente mestizo. Bien lo dice en la obra: “los hombres de ciencia eran hombres de paz” .

Este panorama de lo poético en esta novela no es conclusivo. sólo es la posibilidad de otras miradas a esta obra narrativa, única por su riqueza de recursos estéticos e intelectuales. Bastarían dos o tres temas poéticos para realizar todo un trabajo en profundidad, pero la única intención es dar nuevas motivaciones a los lectores para abordar esta obra y este personaje que es la autoconciencia Latinoamericana.

[1] Espinosa, Germán. La Tejedora de Coronas. Alianza Editorial Colombiana. Bogotá. 1987.
[2] Ibid, pag, 37
[3] ibid. pag, 237.
[4] Bousoño, Carlos. El lenguaje Literario. Gredos. Madrid. 1978. pag 87.
[5] Ibid, pag, 41.
[6] Ibid, pag, 76.
[7] Ibid, pag, 180.
[8] Ibid. Pag, 220.
[9] Ibid. Pag, 542.
[10] Ibid. pag, 438.
[11] Ibid. Pag, 562.
[12] Ibid. Pag, 9-10
[13] Ibid, pag 540-541

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