Joyas de un barranquillero
Del libro El cuaderno de Aníbal Egea, de Vicente Quirirate, Ediciones Brevedad.
En este libro el autor mexicano publica bellas y sabias reflexiones del escritor barranquillero Aníbal Egea.
* Pienso, ingenuamente, que te olvido; que no estás ya, de pronto, en lo que hago. Pero corto igual que tú los jitomates; la sopa necesita los granos de pimienta que tú pones y todo se me convierte en subjuntivos. No soy yo quien te espera: le haces falta a la noche y a estas sábanas nuevas que habrá de combatir un solo cuerpo.
* Hay quienes viven bajo la sombra de la bestia y no se atreven a sacarla a la luz. Hay quienes le pican las costillas, la provocan, la despiertan del todo para probar sus armas fascinantes. Aquéllos son los buenos jugadores. Estos se llaman enamorados.
* ¿Por qué no aceptar que el amor nos es sólo prestado, como la silla en que nos sentamos, la ropa que nos cubre, el vino que bebemos? Aunque el enamorado intenta engañarse creyendo que nace por primera vez cuanto mira, los mismos objetos hoy parecen rotos, no nacidos, con esa sensación de inutilidad que a veces nos asalta cuando el tren se retrasa y no podemos leer, fumar, estar a solas ni en compañía y somos un bulto más al lado de nuestro equipaje en andenes, no obstante las multitudes, solitarios.
* El secreto de la supervivencia consiste en aceptar que vivimos en el filo de la navaja. Quien ama debe mirar largo tiempo el mar: las olas más altas, más celestes, las de más complicada arquitectura, son las que rompen con mayor violencia.
* Vivimos bajo el dominio del cuerpo. En medio de la tempestad que provocan sus demandas, el espíritu es un barco de vela tan frágil como el que bota un niño a la fuente del parque.
* La belleza es una de las heridas más dolorosas que sufrimos: tarde o temprano cobra la ambición de poseerla. No ha vivido quien ignora el temblor creciente, la perturbación constante del que ha sido tocado por lo bello. La belleza no habla, y los hombres crearon la poesía para dar testimonio de su paso. La belleza es una alegría eterna sólo cuando no deseamos ser su dueño. Quien se atreve a enfrentarla está en camino de ser un poseído: la belleza termina poseyendo a quien más ha querido hacerla suya.
* Vivir es escribir con todo el cuerpo.
* Claro que duele el alma. Cuando amamos está más cerca que nunca de la carne.
* No persistas en llenar cada instante de infinito. Te cuesta ser feliz y no hay remedio. Tarde para empezar de nuevo, temprano todavía para irte, escucha los consejos de tu propia experiencia: asistir con asombro a la creación del mundo fue el mejor de los premios, y llegó varias veces. Por eso, antes de que se vaya este temblor que al invadirte cierra la heridadel presente, escríbelo. Aunque las palabras donde lo entregas todo, mañana te digan que escribiste en el agua.
* Cuando te repugne que el pescado en tu mesa alguna vez estuvo libre y dichoso entre corales edificios sumergidos donde el sol alcanza sus mejores esculturas-, piensa que el arpón que le dio muerte fue manejado por el hombre que comerá un ave que antes del impacto de fuego volaba sobre los manglares; y que el cazador de esa presa a su vez pagará en el mercado el trozo de carne que lo ayude a vivir. Cuando te torture la injusticia del hombre hacia las otras criaturas, piensa en el azar. Así como el arpón, la bala o la mano del hombre eligen la muerte de otros seres, Dios reparte cánceres, fracasos amorosos, lagares de tormenta entre sus seres, para poder nacer todos los días e iluminar el mundo.
Del libro El cuaderno de Aníbal Egea, de Vicente Quirirate, Ediciones Brevedad.
En este libro el autor mexicano publica bellas y sabias reflexiones del escritor barranquillero Aníbal Egea.
* Pienso, ingenuamente, que te olvido; que no estás ya, de pronto, en lo que hago. Pero corto igual que tú los jitomates; la sopa necesita los granos de pimienta que tú pones y todo se me convierte en subjuntivos. No soy yo quien te espera: le haces falta a la noche y a estas sábanas nuevas que habrá de combatir un solo cuerpo.
* Hay quienes viven bajo la sombra de la bestia y no se atreven a sacarla a la luz. Hay quienes le pican las costillas, la provocan, la despiertan del todo para probar sus armas fascinantes. Aquéllos son los buenos jugadores. Estos se llaman enamorados.
* ¿Por qué no aceptar que el amor nos es sólo prestado, como la silla en que nos sentamos, la ropa que nos cubre, el vino que bebemos? Aunque el enamorado intenta engañarse creyendo que nace por primera vez cuanto mira, los mismos objetos hoy parecen rotos, no nacidos, con esa sensación de inutilidad que a veces nos asalta cuando el tren se retrasa y no podemos leer, fumar, estar a solas ni en compañía y somos un bulto más al lado de nuestro equipaje en andenes, no obstante las multitudes, solitarios.
* El secreto de la supervivencia consiste en aceptar que vivimos en el filo de la navaja. Quien ama debe mirar largo tiempo el mar: las olas más altas, más celestes, las de más complicada arquitectura, son las que rompen con mayor violencia.
* Vivimos bajo el dominio del cuerpo. En medio de la tempestad que provocan sus demandas, el espíritu es un barco de vela tan frágil como el que bota un niño a la fuente del parque.
* La belleza es una de las heridas más dolorosas que sufrimos: tarde o temprano cobra la ambición de poseerla. No ha vivido quien ignora el temblor creciente, la perturbación constante del que ha sido tocado por lo bello. La belleza no habla, y los hombres crearon la poesía para dar testimonio de su paso. La belleza es una alegría eterna sólo cuando no deseamos ser su dueño. Quien se atreve a enfrentarla está en camino de ser un poseído: la belleza termina poseyendo a quien más ha querido hacerla suya.
* Vivir es escribir con todo el cuerpo.
* Claro que duele el alma. Cuando amamos está más cerca que nunca de la carne.
* No persistas en llenar cada instante de infinito. Te cuesta ser feliz y no hay remedio. Tarde para empezar de nuevo, temprano todavía para irte, escucha los consejos de tu propia experiencia: asistir con asombro a la creación del mundo fue el mejor de los premios, y llegó varias veces. Por eso, antes de que se vaya este temblor que al invadirte cierra la heridadel presente, escríbelo. Aunque las palabras donde lo entregas todo, mañana te digan que escribiste en el agua.
* Cuando te repugne que el pescado en tu mesa alguna vez estuvo libre y dichoso entre corales edificios sumergidos donde el sol alcanza sus mejores esculturas-, piensa que el arpón que le dio muerte fue manejado por el hombre que comerá un ave que antes del impacto de fuego volaba sobre los manglares; y que el cazador de esa presa a su vez pagará en el mercado el trozo de carne que lo ayude a vivir. Cuando te torture la injusticia del hombre hacia las otras criaturas, piensa en el azar. Así como el arpón, la bala o la mano del hombre eligen la muerte de otros seres, Dios reparte cánceres, fracasos amorosos, lagares de tormenta entre sus seres, para poder nacer todos los días e iluminar el mundo.
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