8.8.07

El jardín de Socrates.
Grabado Digital. Villegasuribe.

OFICIO DE SOMBRAS

JORGE SCHULTZ NAVARRO




Todas las calles que conozco
son un largo monologo mío
Rogelio Echavarría

Es tan difícil ser uno mismo.
Fernando Pessoa

Soy un noble sirviente. Uno que servirá
para llenar un hueco en el desfile.
T. S. Eliot


TRAPECIOS

Toda otra voz es voz de nadie en mi memoria.

Se e x a l t a
sobre una red de vientos y cuchillos,
mientras mi voz muere en otra carne,

mientras otra
se retuerce con mi lengua,

se retuerce
como un beso en la memoria.

He allí
donde gira la palabra sobre sí misma
por el aire.
Se sujeta colgada de otros brazos y ninguno,
y sube por la imagen de los versos.

Sujeción de las palabras en el aluvión de menta
de mis labios.
Atraviesa el aire y en ningún sitio de mis versos.

Gira por la imagen y recuerdo de otra forma;
desde entonces

recuerdo con un pie puesto
en todas partes.

Desde entonces
hay un solo asombro en todo esto.

Vuela el cuerpo de la poesía entre las luces.



ESPEJOS DE LA POESIA

Siempre saldrán de mi mano
ese puño de flaquezas qué escribo?
Escribiré un día mis esencias?
Mis lucidas verdades en un verso?

Busco profundidad en los espejos del poema,
me debato con sus reflejos y cuchillos,
en imágenes que me dictan plano
doblemente minucioso de sombra en los detalles.

Y si sé mi corazón iluminado de verdades
no hallo dónde o cómo defenderme
si no sostenerme así
en mi herida,
en una mueca de pañuelo amordazado,
en estas palabras como escudo,
en esta, mi nula servidumbre
a la poesía.


SILLA DE VAN GOGH

Y le digo: “acomódate allí...volveré a verte...”
Siempre he sabido que él está bien en su lugar
Henry Bataille

Hay negras estrellas sobre la casa de mi padre,
y su recuerdo
merodea por la casa.

Allí están todas sus cosas todavía:

Las manos agotadas en el cuerpo de mi madre.
Las manos amorosas sobre la cabeza de los hijos.
Los lentes y libros que alguna vez puso en mis manos,
los viejos discos, donde hablan tiples tristes,
de atardeceres, de arrieros y montañas.
Para ganarse la vida el recio pecho.

También está su mecedora.
Sentado allí saboreaba un tinto y escuchaba opera.
Sopranos degolladas de amor sostenían esas noches
en el lento violín de su garganta.

Mi madre dice verle
velando mientras ella duerme.

En esa mecedora a veces me siento.
Dicho de otra manera
es sentarme sobre su sombra.

El recuerdo de mi padre se acomoda con mi cuerpo.

Mi rostro es su rostro y respiramos mutuamente.

Entonces,
nos compartimos los recuerdos.

Hay un incendio de estrellas
sobre el velamen de la casa de mi padre,
y me percato, nunca le dimos sepultura.
Sobrevive en nosotros con su fuego.



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