Cuando las niñas crecen…
Mi padre me contaba cuentos de hadas
Para enseñarme lo que era el mal
Pero ahora tengo que hacer un esfuerzo tan grande
Para no comerme mis propios dedos,
Para no pensar en el dolor que empieza en la lengua
Y termina en los tobillos.
Mi padre me contaba cuentos de hadas
Para enseñarme lo que era el mal.
Y al final siempre me casaba con el príncipe.
Tú, tú ¿me cuentas tú un cuento de hadas?
Y como no se pudrió: Blancanieves. Angélica Liddell
ESTE ES UN AMAGO DE SÍNTESIS sobre la creación y la rebeldía a propósito del arte hecho por unas cuantas mujeres, todas ellas marcadas por un cuerpo, un tiempo y un lugar. Adoptar, ignorar o rechazar la condición que les viene marcada por el exterior, parecen ser las opciones presentadas ¿La más atractiva? Ser generadoras de cuentos,bras e historias que supongan un cambio. A mejor.
La primera fue Lilita
Si buscamos el nombre de la primera rebelde, nos encontraremos con un mito, una ficción, una diablesa de origen asirio-babilónico llamada Lilith. El discurrir de la historia la llevaría por derroteros judaicos que la convertirían en la primera mujer de Adán aunque por poco tiempo. Lilith abandonaría a su consorte y a su creador, crimen por el que sería severamente castigada y relegada a un discreto segundo plano en la futura historia patriarcal. La primera mujer se acomodaría entonces en los cuentos como la rebelde, la vampiresa, la reina de los súcubos, la estéril, la femme fatale. Desde ese momento la generadora, la eterna paridora destinada a poblar la tierra sería Eva, portadora del pecado original, culpable y sumisa. Este es un cuento que ha llegado hasta nuestros días del que se han apropiado las niñas díscolas del siglo XX, una historia que ha sobrevivido al tiempo gracias a su carácter universal. Y ocurre que, tal y como precisa la ilustradora Sonia Pulido, «la validez de los mitos consiste precisamente en su atemporalidad» porque los cuentos se sustentan en la moral y los viajes iniciáticos están cargados de valores, usos y costumbres.
En relación a la perspectiva femenina del mito, la cuentista y poetisa, Mado Martínez, plantea «una revisión en clave femenina del cuento que está sucediendo» de manera «periférica, pero palpable». Angélica Liddell, actriz, directora y dramaturga, va un paso más allá y matiza, «la voz masculina ha sido la norma general, ha sido la que ha mantenido y mantiene una cultura androcentrista, misógina y patriarcal».
Lo femenino ha sido relegado a un discreto segundo plano.En los cuentos y en la Historia «las mujeres somos vírgenes, paridoras o putas. Siempre he dicho que a la testosterona la llaman pensamiento, pero cuando las mujeres decimos lo que pensamos, seguimos vinculadas al mundo de la Salpetriere », aclara. Mado concreta, «creo que la voz ha sido, más que la masculina, la del canon del poder tradicionalmente acaparado por un sistema de privilegios androcentristas de características fuertemente definidas y exclusoras de cualquier otra perspectiva ajena».
Una generación de titanas
Diana Larrea, artista multidisciplinar, ha planteado en su reciente exposición en la madrileña Galería Max Estrella, titulada Cuentos modernos, una lectura posmoderna del modo de vida de los personajes que pueblan las revistas del corazón, todos ellos representados «alejados por completo de la esfera de realidad». Cuando se le pregunta por su generación y la representación femenina en el mundo del arte, habla de la mujer como transición, de objeto de deseo a sujeto del deseo. «A partir de los años setenta, nace una generación de artistas mujeres con una nueva conciencia de ellas mismas como sujetos de sus propias creaciones artísticas, reflejado en sus obras a través de temas como la sexualidad, el cuerpo, el género y la dimensión política que conforma el espacio de la mujer en nuestra sociedad actual». En el año en el que la filosofa francesa, Simone de Beauvoir, tendría que haber cumplido la centena, parece inevitable hacer referencia al alcance de su obra y a cómo reconstruyó la mirada de las mujeres hacia lo que era y es considerado femenino, enfatizando en la construcción de lo que ella llamó el segundo sexo. Las generaciones posteriores a su influencia directa se enfrentan a una realidad de lo políticamente correcto, donde la diferencia se subraya y se celebra, pero también se instrumentaliza para devaluar o negar la visión del otro.
En opinión de Angélica Liddell «la diferencia es fecunda, radiante, generosa, la diferencia permite el intercambio, la atracción y la ensalada, la complejidad, la impureza y el sinfín, en resumen, la diferencia da lugar a la hermosa posibilidad de la libertad y la elección. Pero lamentablemente todavía no estamos en el tiempo en el que la diferencia sea un canto, un motivo de gozo y un lecho para la complicidad. Filosóficamente la diferencia es un concepto positivo. Pero la sociedad dice no». Ella lo dice en su monólogo Un tiempo para la diferencia.
Sonia Pulido, ilustradora y dibujante de cómics, describe la industria editorial como históricamente masculina, «desde los puestos de gestión pura y dura a los más creativos, pasando por los intermedios: directores editoriales, de arte, críticos, distribuidores, escritores, libreros». No obstante, especula con que «esa falta de tradición puede ser positiva, puede aportar un punto de vista más fresco, más propio, sin necesidad de negar al otro, la visión masculina. Creo que sería un error reivindicar lo femenino a costa de criticar lo masculino. Hay que sumar. Dirigirse a un público mixto».
Por su parte, Mado Martínez, cimienta sus historias recurriendo a todo aquello que las mujeres tienen en común y, a su vez, echando mano de lo que las diferencia. Muestra una sexualidad poliédrica, «cuya reflexión de fondo es la no aceptación de los límites de lo femenino tal y como han sido trazados por el sistema patriarcal», según especifica Mercedes Arriaga Flórez, profesora de la Universidad de Sevilla, sobre su libro Secretos compartidos.
Control social, reconstrucción textual
Los cuentos populares han llegado a nuestros días teñidos de prejuicios, repletos de imágenes forzadas y preñados de contenidos de antaño. Lilith ha aterrizado en el presente en forma de heroína de cuento de hadas posmoderno. Mado nos recuerda que «desde los antiguos mitos, pasando por cuentos y relatos, hasta la actualidad, películas y videojuegos, seguimos estando ante las mismas historias de héroes y villanos, amor y muerte.
Todo sigue evolucionando siempre en espiral, pero lo importante es que evoluciona, sigue su curso, y por lo tanto y pese a la ilusión de estar repitiendo algo, lo que en realidad estamos haciendo cada vez es pulir y mejorar». Angélica especifica, «los cuentos no han perdido su poder. Siguen siendo una poética imprescindible para aprender a distinguir el bien del mal».
Los nuevos formatos tratan los mismos temas. El clasicismo se mantiene y algunas autoras que, como Virgine Despentes, dicen escribir para las extraviadas, las feas, las excluidas, en definitiva, las hijas de Lilith, filman y representan, dinamitan lo ya establecido y construyen sobre sus ruinas. En su libro La Teoría King Kong, Despentes propone en uno de sus capítulos una revisión de la película King Kong, realizada en el 2006 por Meter Jackson. En su ensayo utiliza esta obra como metáfora de un nuevo espacio donde habitar. «King Kong funciona aquí como una metáfora de una sexualidad anterior a la distinción de los géneros tal y como se impuso políticamente hacia finales del siglo XIX. King Kong está más allá de la hembra y más allá del macho. Es la bisagra entre el hombre y el animal, entre el adulto y el animal, entre el bueno y el malo, lo primitivo y lo civilizado, el blanco y el negro. Híbrido, anterior a la obligación de lo binario. La isla de la película es la posibilidad de una forma de sexualidad polimorfa e hiperpotente. Eso es precisamente lo que el cine quiere capturar, exhibir, desnaturalizar y finalmente exterminar».
Este espíritu de crítica y renovación lo resume Diana Larrea cuando explica que «la identidad específica de la creación posmoderna hecha por mujeres, radica en un empeño constante por luchar contra la tradición de los significados heredados del canon masculino, y también en asumir una responsabilidad respecto a la situación social de la mujer en una sociedad que se encuentra en permanente cambio». Liddell sentencia, «en un país en el que se asesinan más de 100 mujeres al año es inevitable que la mujer se reconvierta en hecho-político».
Elisa G. McCausland
Ver su blog: http://reinohueco.blogspot.com/
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