ANTOLOGÍA DE CUENTOS ATÓMICOS
Nuestro ya recurrente colaborador y amigo, Hugo Hernán Aparicio, cedió a TERMITA CARIBE la introducción del escritor quindiano Umberto Senegal a su libro de cuentos atómicos. Género, según el escritor y crítico, propio de la taxonomía del minicuento; una de sus especialidades literarias. Senegal, como sus conocedores lo saben, fue uno de los escritores que más aportó a la práctica del Haiku, como un género pertinente y digno de cultivo en un país tan literariamente conservador como lo era Colombia en la década de los ochentas.
INTRODUCCIÓN A AFORIAS DE HUGO HERNÁN APARICIO
Con el cuento atómico surge una manera distinta de narrar y de escribir un cuento. A su vez, para el buen lector de cuentos y en ocasiones para quien es poco afecto a tal género, se revela también otra manera de leerlo y entenderlo, de interpretarlo y fantasear con él o recrearlo a partir de su intención formal. Se manifiesta, para la literatura, un nuevo tipo de lector que no exige largos parlamentos en torno a la historia que se relata, ni descripciones, ni extensas disertaciones del autor o de los personajes.
Hugo Aparicio lo sabe cuando escribe minicuentos. Sin apoyarse en abrumadoras teorizaciones sobre el microrelato, sin alardear respecto al género, conoce por intuición o por inescrutable tendencia literaria que lleva en su sensibilidad de lector agudo y analítico, la prontuaria urgencia de relatar un cuento atómico. A sus textos los llama aforías. Esta es su primera y afortunada incursión en tan comprimido formato del microcuento. Su palabra es certera, maleable, delicada y llena de matices críticos hacia donde apunte y lance sus diminutos relatos.
No es contradictorio afirmarlo, pero, en sus textos, que nunca superan las 20 palabras como lo exige el cuento atómico, seriedad y humor se combinan con equilibrio para reflejar aquello que Aparicio no desarrolla ante el lector y para sembrar, desde una lectura sinóptica, otras opciones de comprensión e interpretación donde el lector deja de ser receptivo para convertirse en creador. El cuento atómico lo permite y lo demanda. La mezcla de elementos sintéticos, los espacios narrativos que se generan con tan pocas palabras, las delimitaciones temáticas acrecentando la tensión de lo narrado, la poeticidad implícita en algunos textos –herencia del modernismo-, y los universos que se crean sin exceder el límite de las 20 palabras, son virtudes que acompañan cada texto de Hugo Hernán.
Para quienes conocen a fondo el minicuento, estas aforías logran la textura verbal, el tono justo para resumir historias que contadas desde la estructura elegida se vuelven atractivas, inquietantes por el misterio que crean en torno a lo insinuado. John Updike, novelista norteamericano, señala: “El escritor de ahora debe dejar sus huellas sobre una hoja de papel más en blanco de lo que fuera jamás”. Metáfora aplicable, ciento por ciento, al cuento atómico, a la elaboración de estos relatos gnómicos. Las huellas que cada aforía de Hugo Hernán Aparicio dejan sobre el papel, hacen mérito a la afirmación de Updike.
En estos cuentos hay personajes y dramas, visibles o soterrados. Historias que conmueven a partir de sus imágenes, la forma, el estilo, la ironía, el humor y la sátira. Claridad, espontaneidad y consición, son sus virtudes.
La unidad de estos cuentos es innegable. Se escriben desde experiencias concretas, lugares cotidianos que se encuentran en Calarcá, en el Quindío, en Colombia o en otros sitios del mundo. Eventos que nacen de las observaciones sin prisa, críticas y reflexivas, del mundo y de las personas que rodean a Hugo. Es un nuevo modelo de leer y de narrar que despertará dudas en cuantos desconocen la trayectoria del minicuento en Latinoamérica, pero que se perfila como género capaz de convocar a millares de lectores.
UMBERTO SENEGAL
Con el cuento atómico surge una manera distinta de narrar y de escribir un cuento. A su vez, para el buen lector de cuentos y en ocasiones para quien es poco afecto a tal género, se revela también otra manera de leerlo y entenderlo, de interpretarlo y fantasear con él o recrearlo a partir de su intención formal. Se manifiesta, para la literatura, un nuevo tipo de lector que no exige largos parlamentos en torno a la historia que se relata, ni descripciones, ni extensas disertaciones del autor o de los personajes.
Hugo Aparicio lo sabe cuando escribe minicuentos. Sin apoyarse en abrumadoras teorizaciones sobre el microrelato, sin alardear respecto al género, conoce por intuición o por inescrutable tendencia literaria que lleva en su sensibilidad de lector agudo y analítico, la prontuaria urgencia de relatar un cuento atómico. A sus textos los llama aforías. Esta es su primera y afortunada incursión en tan comprimido formato del microcuento. Su palabra es certera, maleable, delicada y llena de matices críticos hacia donde apunte y lance sus diminutos relatos.
No es contradictorio afirmarlo, pero, en sus textos, que nunca superan las 20 palabras como lo exige el cuento atómico, seriedad y humor se combinan con equilibrio para reflejar aquello que Aparicio no desarrolla ante el lector y para sembrar, desde una lectura sinóptica, otras opciones de comprensión e interpretación donde el lector deja de ser receptivo para convertirse en creador. El cuento atómico lo permite y lo demanda. La mezcla de elementos sintéticos, los espacios narrativos que se generan con tan pocas palabras, las delimitaciones temáticas acrecentando la tensión de lo narrado, la poeticidad implícita en algunos textos –herencia del modernismo-, y los universos que se crean sin exceder el límite de las 20 palabras, son virtudes que acompañan cada texto de Hugo Hernán.
Para quienes conocen a fondo el minicuento, estas aforías logran la textura verbal, el tono justo para resumir historias que contadas desde la estructura elegida se vuelven atractivas, inquietantes por el misterio que crean en torno a lo insinuado. John Updike, novelista norteamericano, señala: “El escritor de ahora debe dejar sus huellas sobre una hoja de papel más en blanco de lo que fuera jamás”. Metáfora aplicable, ciento por ciento, al cuento atómico, a la elaboración de estos relatos gnómicos. Las huellas que cada aforía de Hugo Hernán Aparicio dejan sobre el papel, hacen mérito a la afirmación de Updike.
En estos cuentos hay personajes y dramas, visibles o soterrados. Historias que conmueven a partir de sus imágenes, la forma, el estilo, la ironía, el humor y la sátira. Claridad, espontaneidad y consición, son sus virtudes.
La unidad de estos cuentos es innegable. Se escriben desde experiencias concretas, lugares cotidianos que se encuentran en Calarcá, en el Quindío, en Colombia o en otros sitios del mundo. Eventos que nacen de las observaciones sin prisa, críticas y reflexivas, del mundo y de las personas que rodean a Hugo. Es un nuevo modelo de leer y de narrar que despertará dudas en cuantos desconocen la trayectoria del minicuento en Latinoamérica, pero que se perfila como género capaz de convocar a millares de lectores.
UMBERTO SENEGAL
AFORÍAS DE HUGO HERNÁN APARICIO REYES
Tierno Aníbal L.
Quiso arrancar de ella la última sonrisa. Al final, prefirió sus labios.
Quiso arrancar de ella la última sonrisa. Al final, prefirió sus labios.
Olvido
Sus errores eran ya cosa del pasado judicial.
Sus errores eran ya cosa del pasado judicial.
¡Ya caigo!
Un día, el último de su plácida existencia, entendió la política.
Un día, el último de su plácida existencia, entendió la política.
Ruido extraño
- ¿Eres tú, mi amor?
- ¿Cómo puedo saberlo?
- ¿Eres tú, mi amor?
- ¿Cómo puedo saberlo?
Servicio radial
Se le avisa a la señora María de Rodríguez que puede regresar a su hogar, que se encuentra ¡perrrrrdonada!
Se le avisa a la señora María de Rodríguez que puede regresar a su hogar, que se encuentra ¡perrrrrdonada!
Informe policial
Riña ocasionada por el occiso.
Cuestión de fe
Descorazonado tras sucesivas auto-traiciones, dejó de creer en si mismo. En adelante, depositó su fe en el candidato más opcionado.
Descorazonado tras sucesivas auto-traiciones, dejó de creer en si mismo. En adelante, depositó su fe en el candidato más opcionado.
Mínimo
Fiel a la tendencia minimalista del arte contemporáneo, se enamoró de un imbécil.
Fiel a la tendencia minimalista del arte contemporáneo, se enamoró de un imbécil.
Destino
Quiso la suerte que coincidiéramos en momento y lugar. No quiso en cambio que nos atreviéramos a hablar.
Quiso la suerte que coincidiéramos en momento y lugar. No quiso en cambio que nos atreviéramos a hablar.
Concepto autorizado
Ser uno de ellos me autoriza para hablar sobre disfraces. Claro, mi creador y dueño domina mejor el tema.
Ser uno de ellos me autoriza para hablar sobre disfraces. Claro, mi creador y dueño domina mejor el tema.
Mientras me rasuro
Por si no nos volvemos a ver, entérate que me encantó habitarte.
Por si no nos volvemos a ver, entérate que me encantó habitarte.
Presencia
No existe fotografía nuestra; pero en esta, soy rictus, sombra, mácula, en tu elaborada expresión de Gioconda.
No existe fotografía nuestra; pero en esta, soy rictus, sombra, mácula, en tu elaborada expresión de Gioconda.
1 comentario:
La sucinta prosa de Umberto Senegal, llena de matices orientales y pájaros zen, es un juego continuo de cielos e infiernos. No hay atisbo de realismo mágico en las letras del calarqueño, cosa rara en un suramericano. En algunos momentos parece que su escritura está más relacionada con Osho, poeta cercano a sus afectos y lejano por cuestiones geográficas, que del mundo garciamarquiano.
La de Aparicio, en sus aforias queda demostrado, está poblada de personajes cercanos, casi amigos del lector, que obsesionan al bogotano, radicado en Calarcá hace muchos años.
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