Carlos Fernando Gutiérrez Trujillo.
Docente, escritor e investigador literario
Este mundo de atractivos alternos reclama un lugar
para todo lo que no forma parte de las jerarquías
dominantes en lo social, lo cultural, lo moral.
N. Osorio
Posterior al fenómeno del Boom literario, encabezado por Cortázar, García Márquez, Carlos Fuentes, Vargas Llosa, nuestro continente vio surgir una generación de autores que, sin pertenecer a un centro cultural o artístico, plantearon unas formas narrativas alternas. Discursos abiertos que reivindicaban otras maneras de contar la nueva realidad globalizada de América Latina. A finales del siglo XX, escritores como Juan Villoro, Isabel Allende, Laura Esquivel, Raúl Damonte, Oswaldo Soriano, Alfredo Brice Echenique, Mempo Giardinelli, Fernando Vallejo, Edmundo Paz, Jaime Bayly, Rubem Fonseca, Luisa Valenzuela, Alberto Fuguet, Santiago Gamboa, Marcelo Birmajer, Junot Díaz, Efraim Medina, Tomás González, Roberto Ampuero, Pedro Juan Gutiérrez, entre muchos otros, enriquecieron sus obras con nuevos temas y problemáticas del presente.
El lenguaje folletinesco, la novela policiaca e histórica, la literatura negra, el kistch, la subliteratura, la literatura femenina y homosexual, el discurso epistolar y culinario, la metaficción, el género testimonial, la ficción virtual, el lenguaje cinematográfico; son apenas una muestra de sus nuevas expresiones literarias. Éstas evidencian una nueva dinámica social y cultural, en un contexto mediatizado por tecnologías y aparatos económicos globalizados. Cuando Baudrillard nos dice que la condición posmoderna es el "exterminio de cualquier ilusión del mundo por la técnica y lo virtual, o la de un destino irónico de toda ciencia y de todo conocimiento por los que se perpetuarán el mundo y la ilusión del mundo", nos está anunciando la esencia de estas estéticas.
La condición actual es la diseminación de las formas, la discontinuidad de los relatos, las fragmentalidades narrativas. Los metarrelatos estéticos han cedido su lugar a expresiones más disímiles y marginales. Hoy es difícil ubicar un centro de erudición que trace una linealidad discursiva. Existe una desterritorialización de los referentes culturales. “Una multitud de formas de escritura” como lo plantea el crítico Carlos Rincón. Las literaturas alternas ironizan, cuestionan y reelaboran las artes tradicionales. Estas narrativas reflejan nuestra hibridez cultural. La avalancha de nuevos autores representan el otro rostro del continente. Un lugar donde se entrecruza lo popular y tradicional con los lenguajes de la publicidad y la virtualidad. En el prólogo del libro McOndo, Alberto Fuguet y Sergio Gómez han planteado que “El gran tema de la identidad latinoamericana (¿quiénes somos?) pareció dejar paso al tema de la identidad personal (¿quién soy?)”.
Personajes mediados por los símbolos de los mass media. Diálogos banales de películas gringas, deseos y expresiones de individualismo y marcas publicitarias. El hombre urbano a plenitud, plagado de simbologías que niegan su contexto local y particular. Seres alienados por la conformidad material y el hedonismo sin límites. Literatura de las metrópolis donde, como dice Fantoni: “las ideas corren más velozmente y a menudo se encarnan en logos mundanos y efímeros”. Allí el único afán es la inmediatez y el tiempo real.
Formas literarias en construcción. Principios estéticos no determinantes. Los escritores al sentirse atrapados en una tradición, crean una tensión contra los elementos estructurales y reordenan sus estéticas bajo formas de expresión más experimentales y novedosas. Ocurre un descentramiento de las formas. El juego, la parodia, el collage, la intertextualidad, la metahistoria, entre muchos recursos, se han convertido en estrategias formales de estas narrativas de hoy.
Lo más interesante de estas narrativas es que han creado un nuevo lector. Han propuesto nuevas maneras de lectura e interpretación. Sin el ojo avezado de sus lectores estas obras estarían inconclusas. Así lo dice Eco, frente a ellas: “Las obras de arte son mecanismos perezosos que exigen la cooperación del lector, del espectador para completarlas”. Obras para pulsar los principios de una sociedad cambiante y dinámica. Donde lo efímero y lo leve definen su mayor presencia. Literaturas de hoy para descubrir y descubrirnos.
Este mundo de atractivos alternos reclama un lugar
para todo lo que no forma parte de las jerarquías
dominantes en lo social, lo cultural, lo moral.
N. Osorio
Posterior al fenómeno del Boom literario, encabezado por Cortázar, García Márquez, Carlos Fuentes, Vargas Llosa, nuestro continente vio surgir una generación de autores que, sin pertenecer a un centro cultural o artístico, plantearon unas formas narrativas alternas. Discursos abiertos que reivindicaban otras maneras de contar la nueva realidad globalizada de América Latina. A finales del siglo XX, escritores como Juan Villoro, Isabel Allende, Laura Esquivel, Raúl Damonte, Oswaldo Soriano, Alfredo Brice Echenique, Mempo Giardinelli, Fernando Vallejo, Edmundo Paz, Jaime Bayly, Rubem Fonseca, Luisa Valenzuela, Alberto Fuguet, Santiago Gamboa, Marcelo Birmajer, Junot Díaz, Efraim Medina, Tomás González, Roberto Ampuero, Pedro Juan Gutiérrez, entre muchos otros, enriquecieron sus obras con nuevos temas y problemáticas del presente.
El lenguaje folletinesco, la novela policiaca e histórica, la literatura negra, el kistch, la subliteratura, la literatura femenina y homosexual, el discurso epistolar y culinario, la metaficción, el género testimonial, la ficción virtual, el lenguaje cinematográfico; son apenas una muestra de sus nuevas expresiones literarias. Éstas evidencian una nueva dinámica social y cultural, en un contexto mediatizado por tecnologías y aparatos económicos globalizados. Cuando Baudrillard nos dice que la condición posmoderna es el "exterminio de cualquier ilusión del mundo por la técnica y lo virtual, o la de un destino irónico de toda ciencia y de todo conocimiento por los que se perpetuarán el mundo y la ilusión del mundo", nos está anunciando la esencia de estas estéticas.
La condición actual es la diseminación de las formas, la discontinuidad de los relatos, las fragmentalidades narrativas. Los metarrelatos estéticos han cedido su lugar a expresiones más disímiles y marginales. Hoy es difícil ubicar un centro de erudición que trace una linealidad discursiva. Existe una desterritorialización de los referentes culturales. “Una multitud de formas de escritura” como lo plantea el crítico Carlos Rincón. Las literaturas alternas ironizan, cuestionan y reelaboran las artes tradicionales. Estas narrativas reflejan nuestra hibridez cultural. La avalancha de nuevos autores representan el otro rostro del continente. Un lugar donde se entrecruza lo popular y tradicional con los lenguajes de la publicidad y la virtualidad. En el prólogo del libro McOndo, Alberto Fuguet y Sergio Gómez han planteado que “El gran tema de la identidad latinoamericana (¿quiénes somos?) pareció dejar paso al tema de la identidad personal (¿quién soy?)”.
Personajes mediados por los símbolos de los mass media. Diálogos banales de películas gringas, deseos y expresiones de individualismo y marcas publicitarias. El hombre urbano a plenitud, plagado de simbologías que niegan su contexto local y particular. Seres alienados por la conformidad material y el hedonismo sin límites. Literatura de las metrópolis donde, como dice Fantoni: “las ideas corren más velozmente y a menudo se encarnan en logos mundanos y efímeros”. Allí el único afán es la inmediatez y el tiempo real.
Formas literarias en construcción. Principios estéticos no determinantes. Los escritores al sentirse atrapados en una tradición, crean una tensión contra los elementos estructurales y reordenan sus estéticas bajo formas de expresión más experimentales y novedosas. Ocurre un descentramiento de las formas. El juego, la parodia, el collage, la intertextualidad, la metahistoria, entre muchos recursos, se han convertido en estrategias formales de estas narrativas de hoy.
Lo más interesante de estas narrativas es que han creado un nuevo lector. Han propuesto nuevas maneras de lectura e interpretación. Sin el ojo avezado de sus lectores estas obras estarían inconclusas. Así lo dice Eco, frente a ellas: “Las obras de arte son mecanismos perezosos que exigen la cooperación del lector, del espectador para completarlas”. Obras para pulsar los principios de una sociedad cambiante y dinámica. Donde lo efímero y lo leve definen su mayor presencia. Literaturas de hoy para descubrir y descubrirnos.