29.11.08

DESDE COLOMBIA. Germán López Velásquez

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ÉTICA Y CRÍTICA DE ARTE EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO


Hay una verdadera confusión. La ética es un conjunto de valores soportados en el humanismo. La crítica de arte, un conjunto de valores sobre una obra signados por la ética. Significa que toda crítica de arte está soportada en una ética. No hay crítica de arte sin la precedencia de una ética. Es la ética, entonces, la orientadora de la crítica. Afirmar que una obra de arte sólo debe mirarse desde los valores estéticos, formales, simbolistas si se quiere, es mentir. La forma por la forma constituye per se una postura ética frente a lo individual y colectivo. La creación que se desconecta de los grandes conflictos sociales, que desconoce la condición humana, que sólo mira la belleza por la belleza, es por supuesto una postura artística que involucra la ética. Me refiero al arte alado, sempiterno, etéreo en el sentido esencial. Retomo unos versos de Goethe :

Nada sé mejor, para los domingos y días de fiesta,
Que una conversación sobre guerra y llamamiento a las armas;
Mientras que allá abajo, bien lejos, en Turquía,
Los pueblos mutuamente se degüellan,
Aquí estamos sentaditos, a la ventana, apurando una copita,
Y contemplamos las abigarradas naves deslizándose río abajo;
Por la tarde regresamos alegres a la casa
Y bendecimos la paz y los pacíficos tiempos


No hay, pues, creación artística carente de ética como sistema de valores. En toda obra subyacen valores supremos, entornos políticos, económicos, sociales, sicológicos, culturales y estéticos. El arte por el arte es una distracción metafísica, una alquimia, un simple deseo. Es el ideal de una presunta estética sobrenatural, un anhelo de ser Dios entendido como simple voluntad de creación, una confrontación con la estética como concepto absoluto. Y, desde luego, un rotundo fracaso y una gigantesca falsedad histórica. Estetizar nuestra realidad no significa envilecer el arte.

Defender la obra por la obra, la novela por la novela, el poema por el poema, la pintura por la pintura, implica el reconocimiento de una ética y una estética. Muchos exclaman : ¡Me importa un bledo la ética! ¡La obra se defiende sola! Desconocen intonsos la fuerza de la historia en la creación de arte. Cada hombre es parte de la historia universal. No hay una sóla piel que no sea historia. En consecuencia, imposible separar al hombre y la historia de la obra de arte. Forman un cuerpo, lo homogéneo, lo unívoco. No hay entonces separación. El hombre como historia vital se convierte en arte, en creación de significantes. De tal manera que habría dos interpretaciones para éstos llamados estetas puros : La primera, que son unos ignorantes de los contenidos históricos del arte y, la segunda, que esconden intereses creados del lado de las derechas políticas internacionales.


ACLARACIÓN NECESARIA

Hablar de ética en el arte no significa en modo alguno proponer una militancia ideológica. Lo menos histórico que ha habido son los partidos políticos y en ellos las ideologías. Son las grandes fuerzas económicas y sociales las que estructuran la historia y desatan el ejercicio del pensamiento y quede claro que no estoy haciendo ningún descubrimiento científico.

De tal manera que es necesario esclarecer conceptos como ética, compromiso ideológico, partido político, arte comprometido o arte militante. No es un secreto que cuando el arte se pone al servicio de una ideología o de un partido político o de un régimen de gobierno, el fracaso es descomunal en términos de ética y estética. El realismo socialista que obligó a los creadores soviéticos a defender la república proletaria no sólo empobreció al arte sino que condujo al suicidio de pintores, novelistas, poetas y músicos. Un artista afiliado a una organización cuyo único objeto es producir arte para el régimen de turno queda defenestrado, alienado, postrado, esquilmado, agonizante. Abandona su condición de artista para convertirse en un instrumento propagandístico escribidor de libelos y panfletos partidistas. Entra a formar parte de los aparatos ideológicos del Estado. Su condición superior se desvanece. Deja de ser un testigo fundamental de la historia para convertirse en una simple ficha de un partido político en el poder.

Los escritores que se asociaron para defender en China el régimen de Mao, también fracasaron. De creadores se convirtieron en agitadores políticos del régimen de turno. Esa asociación se impuso desde arriba, desde el poder político. Revisemos las “Cinco Tesis Filosóficas de Mao” para comprenderlo. El llamado realismo socialista acabó con el arte para imponer una ideología bajo una presunta estética. Igual ocurrió con otras organizaciones de escritores y artistas en países de Europa Oriental.

No debe confundirse la postura ética, la responsabilidad social, el humanismo en su amplio sentido, propio de todo creador consecuente con su tiempo; con el arte comprometido. Es un error. De manera que toda crítica de arte encierra un análisis ético, jamás un análisis de ideología de partido. La ética tiene sus propias definiciones. Criticar a un artista porque no asume posturas éticas concretas con su tiempo es legítimo, y además, necesario. Diferente es que se confunda la discusión de la siguiente manera : “Es que usted está criticando al artista porque no ejerce un arte comprometido”. Eso jamás. El debate de fondo es sobre ética, no sobre partidos ni ideologías de turno. Ya dejé claro el error histórico de esa postura en el mundo del arte. No dejó sino ripiosidades, folletines electoreros. El realismo socialista o la literatura como denuncia social o como apología de un sistema político, devienen en un desagradable macartismo de todo lo que no sea la forma por la forma, la belleza por la belleza, la estética como única solución del acto creador.

Charles Baudelaire, crítico de arte y poeta de cosmogonías, exigió en su momento una ética al artista. Sus FLORES DEL MAL son de una capacidad histórica enorme. Un mejor retrato de las miserias sociales de su tiempo es imposible de lograr. Ahí está su ética de la misma manera que el crítico de arte la tiene, pues no olvidemos que la crítica de arte es literatura sobre literatura y condición de poeta debe tener quien critica desde la estética y la ética la poesía, como condición de pintor debe tener quien hace crítica sobre la pintura. La condición de artista les pertenece tanto al crítico como al criticado. Ambos son creadores, deben serlo. Forma parte de su esencia. Crítico y criticado comparten un mismo ámbito del sentir, una forma análoga de percibir el mundo, una sensibilidad.

Ahora bien. Algunas medianías, incapaces de resistir evaluaciones sobre sus obras, vituperan a los críticos, porque no tienen alas para producir arte. Dicen los muy pigmeos : “Critican porque no tienen nada que mostrar”. Debe ser que no han leído a verdaderos críticos. Insisto, la crítica de arte debe ser arte sobre arte, como la crítica literaria es literatura sobre literatura. Su género es el ensayo artístico. ¿No es Baudelaire uno de los grandes críticos de arte de su época? ¿ No es acaso uno de los gigantes de la poesía? ¿Descalificamos los aportes críticos de Alejandro Dumas, Denis Diderot, Rilke, Dostoievsky, Poe, Goethe, Stendhal y Gautier? Entre la crítica artística de Baudelaire, a la cual hizo importantes contribuciones teóricas, y su poesía, hay perfecta circularidad, estricta relación de complementariedad. En Baudelaire se aplica la integridad epistémica, es decir, la independencia, la consistencia y la sinceridad. Se ejerce una ética tanto en la crítica como en la poesía. Su trabajo creador es todo lo contrario de la arbitrariedad de la razón. Es un crítico de arte y un poeta en el cual no hay lugar a heteronomías o dependencias intelectuales. No se trata de un embaucador epistémico. Su virtud más celebrada es el rigor. Aplica las virtudes de primer orden según Kant : Veracidad, imaginación y meticulosidad. El arte nunca será un tecnicismo. Sería antipoético. Jamás pertenecerá a lo tecnocrático, ni participará en bolsas de valores. Mientras el mundo se hunde en una profunda crisis del sistema capitalista, que no una crisis en las acciones de bolsa, el arte interpreta. El ejercicio de las simples formas en el arte es una manera de esconderse y evadir responsabilidades éticas. No puede afirmarse que los textos de crítica artística de Baudelaire y sus prosas estéticas son adefésicas y de tono menor. “ La excesiva maestría de una obra sabemos que es masturbación ágil” decía el poeta francés. La obsesión por la forma termina destruyendo la sensibilidad artística y anulando el poder revelador del arte. La belleza debe tener una concepción histórica, una lectura del hombre y las cosas. La crítica de arte Martha Traba, aplicó la principal enseñanza de Baudelaire en Colombia :
“ El crítico debe cumplir su deber con pasión”. Lástima que ella no haya tenido sinceridad. Le jugó a los intereses creados y causó mucho daño. Su crítica fue corrosiva y disolvente.

No hay mayor postura ética que la de Miguel de Cervantes en su Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. La obra de Homero sí que es otro ejemplo. Por supuesto que Shakespeare no se queda atrás. El fondo de las teorizaciones artísticas de Sócrates, Platón y Aristóteles, es la cuestión ética, dicho en términos filosóficos. Ahora nada más, la gran discusión filosófica en Europa es la ética. Esa agitación está muy promovida por los pensadores polacos. No hay duda de que el tema central de cualquier ejercicio del pensamiento contemporáneo es la ética. Controversia que por razones epistémicas no puede estar ausente del arte. Si “la poesía es un arma cargada de futuro”, como dice Gabriel Celaya, imposible negarle una ética, una función histórica. Los documentos, los procesos jurídicos y el registro civil con su fe de bautismo, se pierden en los archivos oficiales. La poesía no. El verso supremo y clarificador se reproduce eternamente, en la memoria de los hombres. El arte es una fuente histórica. ¿Cómo comprender a la Rusia zarista sin las novelas de Tolstoi, cómo clarificar la miseria moral de ese pueblo sin leer a Dostoievsky? El pintor Goya es decisivo para comprender la pobreza y la represión de los estados monárquicos europeos. Y no vayamos a decir que Goya tuvo militancia partidista, pintura comprometida. Oscar Wilde fue un testimonio de su tiempo. ¿No es la cárcel de Reading una descripción perfecta de la criminalidad y la represión y de todas las violaciones de derechos humanos? ¿No describe, acaso, a la perfección, esos antros donde se disuelve la condición humana? ¿No interpreta Balzac, desde una ética, el estado general de la nación francesa, sus instituciones descompuestas, la familia misma? ¿No fue crítico literario Ernest Hemingway? ¿Dónde quedan, entonces, las apreciaciones de Milán Kundera? En Europa, la mayoría de críticos de arte entre 1660 y 1850, son escritores. Así que los artistas críticos de arte son innumerables, menos para esta casta de sociópatas que ven enemigos en todas partes. Su única exigencia es el unanimismo dictatorial y castrador de toda forma de pensamiento. En todos esos críticos europeos se destaca una ética, ética que por supuesto exigen a los criticados, además de la existencia de una perfecta circularidad entre sus ensayos estéticos y su obra poética y novelística, como ya lo dije de Baudelaire. Si la obra de arte es una captación supranatural de la realidad y una elaborada meditación, la crítica tiene que hacer los mismos ejercicios para penetrar en lo profundo del arte. Significa la total correspondencia intelectual y espiritual entre crítica de arte y obra de arte. En consecuencia, ambos son artistas, creadores, esteticistas, demiurgos. No puede haber divorcio funcional, más aún, imposible pregonarlo. Sería una dicotomía ucrónica y utópica, valga decir, imposible en el espacio y en el tiempo.

Uno de los momentos cumbres del encuentro ética y crítica de arte en el mundo contemporáneo se presenta en la Europa de la segunda postguerra. Era necesaria la ética como vanguardismo, la exigencia de valores humanísticos después de tanto desgarramiento. Ello explica la presencia de personalidades como Sartre, Simone de Beauvoir y el mismo Cioran, en la vida intelectual y filosófica. No sobra recordar la gigantesca controversia ética desatada por la militancia inicial en el Partido Nacional Socialista de Adolf Hitler, del -para algunos- más grande filósofo del siglo XX, Martín Heidegger. Sin duda que su obra Ser y Tiempo es una escultura de la filosofía, un edificio del pensamiento. Reconozco que me fue muy difícil entender esa decisión del gran pensador alemán Rector de la Universidad de Friburgo en 1933. En su “Introducción a la Metafísica” publicada en 1953 dice el filósofo :” Nuestra época atraviesa por una crisis espiritual caracterizada por tres flagelos, que afectan a la sociedad contemporánea, cada vez con más apremio : La “huida de los dioses”, la “masificación del individuo” y la “destrucción del planeta”. ¿No necesitamos, entonces, de una ética y una crítica de arte en la sociedad?


LOS MOMENTOS DEL ACTO CREADOR


Un artista, para serlo, necesita de dos talentos esenciales, llamémoslos “atributos de su personalidad” : Captar, mediante poderes espirituales superiores, el misterio de las cosas y, materializarlo con los utensilios del arte. El manejo de los instrumentos exige destreza, conocimiento profundo. En el caso de la literatura es el lenguaje. El artista interpreta lo secreto, lo adivina y, al final, lo concreta en la obra de arte. Para lograrlo se requiere ser un brujo sideral, cosmogónico, unido a la vida, desde el principio de los tiempos. Cumplida la primera etapa, la del mago, se pasa a la fase de alta cirugía. Cada significante debe ser exacto. Al final habrá una perfecta construcción lingüística y poética además de interpretativa, de la realidad. Surge la obra de arte. El entorno del artista jugará papel decisivo en su forma interpretativa. La experiencia con la vida de cada creador será determinante. Siempre habrá una ética y una estética. Siempre correrán como dos corrientes paralelas. Atrapar el misterio y hacerlo materia es la obligación del artista. El momento de creación es un arrebatamiento. Lo recóndito del universo se deja ver ante los ojos del artista, y su misión es develar ese misterio profundo de la vida mediante la cristalización del objeto de arte, llámese lienzo, novela o escultura. “La obra de arte responde a una labor de idealización que transforma lo natural en supranatural” sentencia Baudelaire. La ética como conjunto de valores desarrollados en el decurso del artista y como conclusión del entorno múltiple, aflorará sin remedio. El arte es un hecho social. El mexicano Carlos Fuentes en su libro “El naranjo o los Círculos del Tiempo”, demuestra una vez más que las fronteras excluyentes, cortantes, entre historia y ficción, no existen. La palabra y la historia son los componentes de toda su obra. La literatura y el arte son ante todo comunicación.

El arte no acepta a los simuladores, a los piratas que tratan de usar su ropaje. En Colombia abundan. En ellos la lectura no existe. Su alma es un reproductor de ignorancias históricas. Oí decir a uno de esos alfabetos que no hombre culto y de pensamiento, que no tenía ningún interés en saber la historia del arte ¿Para qué eso? Seguidamente dijo, que para ser escritor, no era necesario saber español, que ese conocimiento era para profesores. Que la filosofía no era más que una teorización de historiadores y académicos. Las citas podrían multiplicarse y algunas ser demasiado penosas.

Capítulo entero amerita el estado de la educación pública. La universidad necesita ser más participativa. Los profesores tienen que ser menos burócratas, menos sabáticos, más preocupados por la vida de la nación. Muchos son de una mediocridad apolínea. De alguna manera sigue vigente el pensamiento de Estanislao Zuleta sobre el sistema educativo : Absolutamente castrador. El interior de la universidad colombiana está sombrío. No hay indicios de un renacimiento. Colombia reclama una verdadera revolución del pensamiento y la cultura. Ahora bien. Muy necesaria la discusión sobre el estado de la educación secundaria. ¿No se justifica la discusión ética y crítica en nuestra sociedad? ¿No es fundamental si queremos ahondar las libertades, el libre pensamiento y la formación de una real democracia? En los colegios y escuelas ni siquiera se aplica la alementalidad de la “ética de Amador” de Fernando Sabater. Tenemos que discutir sobre la ética en lo público, en lo privado, en el arte, en la familia, en la escuela, en la academia, en el cine, es decir, la ética como postura totalizante de una sociedad. Uno de los grandes conflictos de la nación colombiana es la postergación de su debate ético. Si iniciamos ya esa discusión siempre retrasada por la sucesión atropellada de capítulos ignominiosos y trágicos, habrá esperanza.



LOS GOCHENECHES COLOMBIANOS


Mal haría en no puntualizar la conducta de los gocheneches colombianos, que los hay por racimos. Dicen –ellos- que la ética no importa, que los mejores artistas han sido verdaderos desechos, piltrafas humanas, violadores, cocainómanos, fantasmas nocturnales ahogados por el humo, el hachis y el éxtasis. Carroñas arrojadas sobre lechos de piedra dura, volviendo a Baudelaire, ese insuperable vicioso. Olvidan que detrás de los grandes abismos se han expresado las más grandes éticas del arte universal. Su argumento es evasivo y desconocedor de la historia del arte y, por supuesto, de la ética como categoría filosófica. Caer en los vértigos de la vida, en sus espejos desorientadores y, la mayoría de las veces alienadores, no significa la desaparición de la ética, ni mucho menos, su renuncia. ¿No hay ética en Apollinaire ni en Verlaine? ¿ No hay ética en la obra del alcohólico William Faulkner? Los precipicios de Thomas Eliot son profundos. No mencionemos a los grandes de la literatura rusa de finales del siglo XlX y principios del XX. De manera que ese no es el punto.

Nuestra ética empieza con la interpretación artística de una realidad escabrosa muy lejana de cualquier asomo humanístico. Los intelectuales y creadores colombianos, en amplia mayoría, desconocen en grado sumo la historia del arte, y no pocos son simples alfabetos, auténticos simuladores en el saber cultural y el ejercicio del pensamiento. Su falta de honestidad para asumirse como colombianos ha hecho mucho mal al desarrollo de una crítica de arte y un pensamiento avanzados. La ética debe ser el debate contemporáneo. Son los gocheneches, los que proponen la desviación del río de La Magdalena por la carrera séptima de Bogotá y el montaje de una carpa para evitar la lluvia sobre la capital. Obtusos trapecistas incapaces de ayudar al mejoramiento de Colombia. Algunos tienen toda la formación académica y los laureles suficientes a nivel internacional; pero, al carecer de ética, siguen obstaculizando la formación de un pensamiento y una cultura críticas, sobre todo por su ideología colonialista y su desprecio por el país.


ALGUNOS DOLORES


Duele el silencio de Alvaro Mutis, su insolidaridad. Le lame el culo al Rey abrazando una ideología colonialista. Ya lo dije en otro escrito. Su discurso, si así puede llamarse semejante mediocridad, al recibir el Premio Cervantes, tuvo la magnitud de una vergüenza continental.

García Márquez también renunció a cualquier atisbo ético. Hacer pública una posición ética sobre los graves problemas de la nación y hacer interpretaciones contemporáneas desde la literatura, no es ejercer una ideología en las letras ni defender un partido, ni ser comprometido o realista socialista. Es la simple función ética del arte, que no se aleja, por supuesto, de una función histórica y social. Un país que tiene doble moral al permitirle a su Premio Nobel la exaltación de la pedofilia en su novela Memoria de Mis Putas Tristes, exige ética en sus intelectuales y artistas, algún tipo de liderazgo. La novela de Kawabata tiene hombres pasados de sesenta años que exigen jóvenes de 21. La de Márquez es con ancianos de 90 que reclaman niñas de 14 años que además deben ser vírgenes. ¿No amerita un debate desde la ética la literatura colombiana? ¿Es eso correcto por tratarse de un artista? ¿Es ético con América Latina, que rindamos prosternaciones a la monarquía española? ¿Es ético que estemos volviendo a las novelas históricas que exaltan la conquista y el dominio colonialista español? ¿Es ético que los intelectuales y artistas, sobre todo del Departamento del Cauca, no digan nada sobre la tragedia de sus indígenas y su estado colonial? ¿Cuál es el papel de los artistas frente al narcotráfico y el paramilitarismo y, por supuesto, la guerrilla? ¿Es legítimo opinar sobre los tres millones de desplazados desde el arte y el ejercicio del pensamiento? ¿Debe ser el arte algo etéreo e inalcanzable para los hombres que no son artistas? Colombia necesita de una decidida controversia sobre la ética y el arte. Mientras algunos luchan por imponer la pena de muerte para violadores de niños y niñas, mientras en cada nuevo amanecer hay un hecho vergonzoso contra la infancia, mientras aumenta el dolor de miles de familias dañadas por los asesinos y violadores de sus hijos, callamos la incitación pedofílica que hace García Márquez, desde la literatura. Qué ética tan delgada. Qué doble moral la de sus católicos lectores.

La ética y la crítica de arte en el mundo contemporáneo, exigen un cambio de comportamiento, un nuevo deber ser de tanto gocheneche. Ser un gocheneche es pasar agachado con el actual Ministerio de Cultura y su elegida. La nombraron para darles gusto a los congresistas afrodescendientes de Estados Unidos, jamás para darle representación al 30% de las negritudes colombianas. ¿No amerita esa flamante ministra un debate ético de los intelectuales? ¿Es ético que para la celebración del bicentenario de nuestra llamada independencia se nombre como directora a una reina de carnavales de la Costa Atlántica? ¿Cuándo se dará el debate a la crítica de Martha Traba, una argentina que vino a Colombia a pontificar quién era bueno y quién era malo en la plástica? ¿Una intelectual que ejerció su “CRÍTICA” sobre la base del amiguismo y los odios reconcentrados y que llevó a la muerte en París al pintor Darío Morales? Traba escribió con pasión, pero fue sospechosa. Su crítica no fue sincera.

No olvidemos que, en Colombia, el periodismo pretende dominar, de manera también sospechosa, el universo literario, con libros insulsos patrocinados por editoriales bastardas, que más obedecen a la urgencia de espectáculo mercantil y utilitarista, que al conocimiento de los géneros y los hallazgos estéticos. Qué daño están causando a los lectores de novelas y narrativa. ¿No se justifica un debate ético entre periodismo y literatura a la colombiana? ¿No es tiempo de discutir la ética de los medios de comunicación? Recordando a Pierre Bourdieu, los medios de comunicación de Colombia se olvidaron de la ética, no informan, ofrecen espectáculo, y la mayoría de las veces, se olvidan de representar a la opinión pública para representar al gobierno de turno y en él a los grandes grupos económicos. ¡Qué negación de la ética!

La mayoría de nuestros artistas carece de posición ética. Se venden como judas por miserables contratos en esas oficinas de mentideros culturales. Se agazapan buscando que beneficio logran a cambio de su complicidad con la mediocridad de turno. En síntesis : desconocen la conexión entre ética y crítica en el mundo contemporáneo. La crítica es de la esencia del desarrollo del pensamiento y la cultura de las sociedades. La ética y la crítica contribuyen de manera decisiva en el mejoramiento espiritual y cultural de los pueblos. Donde no hay ética ni crítica hay barcos hundidos sólo habitados por el silencio y el pasado. ¿Qué decir de los artistas que trabajan para narcotraficantes fuente mayor de su riqueza? ¿De los que al tiempo que presentan una novela en un salón francés o español, escriben discursos para políticos corruptos y mediocres? No hay duda. Es tiempo de abordar la cuestión ética en el arte colombiano. La construcción del tejido social nuestro está vinculada de manera estrecha a la ética y en esa tarea monumental por fuerza de los graves conflictos que padecemos, el artista tiene descomunal responsabilidad. No tenemos una problemática para ángeles ni mucho menos una Constitución alada y parnasiana. Nuestros grandes conflictos son de carne y hueso y el arte nunca será la renunciación a lo histórico y a lo terreno. Es imperativo bajarse de esa inhumana y despreciable nube. La forma por la forma será siempre anacrónica.


SOMOS CONTEMPORÁNEOS


Ortega y Gasset escribió : YO SOY YO Y MIS CIRCUNSTANCIAS. Somos “seres situados” y en consecuencia asumimos posiciones políticas, sociales, éticas y estéticas, como escritores y artistas. Muchos escritores y críticos “modernos”, están lejanos del Medioevo sólo en la medida en que disfrutan de los avances de la ciencia y de los productos de la tecnología. Toda modernidad está llamada a convertirse en pasado, en antigüedad. Discrepo conceptualmente del arte moderno, prefiero referir al arte contemporáneo. Lo moderno es una reacción contra el esclavismo de la gleba y los siervos, una postura ufanada contra el alto medioevo, un envanecimiento por la ciencia y la tecnología, lo contemporáneo es la simple representación artística del presente.


SOBRE LA AUTOCENSURA


Una cuestión medular del debate sobre ética y crítica de arte en Colombia y en general, en América Latina, es la autocensura. Conocidos y publicitados intelectuales, escritores y artistas, sepultaron la palabra pública, el concepto de la cultura como creación social, por miedo. Miedo al desempleo, miedo al destierro, miedo al exilio interior, al ostracismo, miedo a ser diferentes, miedo a ser marginales, miedo al miedo, miedo a la muerte o la desaparición forzada. Es inocultable, en esos creadores, en esos intelectuales, la falta de una ética. Las sociedades más avanzadas, más civilizadas, más permeadas por el pensamiento y la cultura, promueven el discurso como categoría superior para el progreso social. Es imposible fomentar el libre pensamiento, la tolerancia activa en la diferencia, lo dialógico, lo societal, si los mismos académicos y artistas se imponen la autocensura. La autocensura no es válida ni en la cárcel. Wilde escribió desde los barrotes agonizantes. Ni qué decir de los cientos de poetas españoles que sobrevivieron a la pena de muerte en campos de concentración franquistas. Desde esas mazmorras escribieron y sacaron al exterior sus versos iridiscentes de belleza y denuncia de la iniquidad. Recordemos al poeta condenado varias veces a muerte Marcos Ana. Nunca renunciaron a su ser histórico. Colombia no avanzará hacia la construcción de una democracia social y justa si crece la autocensura de sus artistas. El arte sólo es posible en la libertad, en el libre pensamiento, en la crítica estética, en la cultura. Ninguna dictadura lo posibilita, sea de izquierda o derecha. Es hora de salir de la colonia, de ser contemporáneos, de abrazar la libertad que necesita el arte y la cultura, de asumir una ética. No puede haber más dilaciones ni autocensuras.
GERMÁN LÓPEZ VELÁSQUEZ*
Dedico esta reflexión, al intelectual, poeta y narrador colombiano, Hernando López Yepes.



*Abogado, narrador y crítico colombiano. Autor de los libros Muera el Quijote, Violaciones, Con Aurora en la Habana y Delirios de la Literatura Colombiana. Dirige desde hace 24 años la Revista MEFISTO de Arte, Literatura y Medio Ambiente, de la cual es fundador.



1 comentario:

Anónimo dijo...

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